Noches desveladas. En que el único culpable del calor agobiante de la cama eres tú mismo, tú solo.
Noches sin nadie que lance una cerilla encendida a través de la oscuridad. Sin tregua, sin gestos. La pura contienda entre tus dudas estalla. Tus ojos se secan de mirar un techo a oscuras.
Un ruido gris cabalga por el cielo pero aquí abajo no puedes verlo. La única compañía de esta habitación zumba torpemente y chupa sangre. No hay caras amigas impresas en el blanco y muerto gotelé.
No hay luz tuya esta noche, esta vez no.