Hay días para la duda y días para la claridad. Establezcamos unos hechos con cierta certeza: ha sido mi año de mierda. No tanto por los problemas sino por mi forma de afrontarlos. Y es que, joder, no es algo que tampoco pueda negar: sigo siendo como un niño. Sigo siendo demasiado fácil de asustar. Da miedo reconocer ese hecho, la propia fragilidad, y aún más redundar en lo mismo: las vueltas y vueltas al propio miedo, ahondar más en dicha debilidad.
Probablemente no te des cuenta, pero terminas siendo el mismo chiste del que huyes. Terminas encaramándote a tu montañita de retórica y lírica, justificando con palabras vacías tu propia mediocridad. Y bien, de todo se cansa uno.
Voy a volver a construir. Ha sido un verano demasiado destructivo. Alguien ha de volver a la carretera y dejar las cosas en su sitio. Ojalá pudiera refugiarme de nuevo en esperanzas vacuas y en volver a abrazos y besos que fui dejando atrás, pero nadie va a dar el paso por mí, nadie va a decidir. Mi vida, mi lucha, mi camino. Y quien se acerque de buena fe y quiera construir conmigo, será bienvenido.
Nos vemos en route.
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