¿Por dónde íbamos?
Estuve rozando los cielos con la punta de mis escaleras,
pero con peldaños de cristal nunca subes demasiado alto. Caí y desde entonces
lo repito con peldaños de fertilizante.
Repito y repito y el calendario ya no cuenta nada porque los
días son para quienes pueden ver el sol salir. Mi sol no encuentra la salida
del laberinto porque los guardianes lo tienen amenazado.
Soy tantas cosas que me caben las respuestas en los dedos de
una mano. Soy complejo como lo es el cerebro de una oveja. Quizá use aquél: el
mío me pidió un reemplazo por correo certificado pero el cartero estaba
demasiado borracho para traerlo a tiempo.
Vaya, y qué: los problemas vuelven como las estaciones del
polen y en cada estornudo hay un amigo que no serás capaz de recuperar. El
mejor cerebro tiene alas y lo llaman golondrina porque siempre sabe encontrar
su puto sitio. De qué me sirven mis alas si son de papel y el viento las mece
como la túnica del verdugo. Soy el almirante de un navío y me han dado a cuatro
paletos con piedras para hundir la Armada Invencible. Soy un héroe de época y
la víctima de la misma. Odiábamos a nuestras familias porque al menos ellas
tenían un pasado.
Fuimos jóvenes hasta el momento en que empezamos a dejarnos
libros por leer. Yo, yo fui un adjetivo y me mantuve indefinido hasta el final.
El del registro me tatuó gilipollas en la frente por si las dudas. Trámites
legales, ya sabes. El de detrás de la cola se intenta colar y el imbécil se ha
llevado el claxon de su coche de imbécil para joderte más y mejor. Nunca has
iniciado una pelea pero vives con las ganas de partirle los dientes a tantísima
gente.
Cuando vuelves solo a casa sólo ves gatos y quisieras vivir
bajo cartones para parecerte a ellos. Fríos y solos como gatos pardos, como
aquel iceberg con sentimientos que se derretía en sus contradicciones.
Si me conocieras tendrías un portal a varias dimensiones
pero en ninguna de ellas hablan tu idioma. En sus lenguas faltan todas las palabras
que te sobran a ti. No te fijarías si yo fuera la luna llena porque son las
cuatro de la tarde y el más fuerte de los candiles apenas brilla ante la luz de
una hoguera. Tienes toda la información del mundo pero no sabes nada de mí.
Sabes cuándo me rompieron el corazón pero no de qué son los bordes de mis
piezas. No te hablo por miedo y si terminamos follando probablemente sea por lo
mismo. La lupa del final de la botella es un catalejo si lo que buscas son los
tesoros que nadie quiere. El alfa y la omega discuten ebrios en mitad de la
acera de la gran ciudad sobre cómo llegar a casa y acurrucarse en una cama que
nunca fue suya, para despertar con resaca en un mundo que nunca necesitó
principio ni final para seguir girando.
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