jueves, 13 de agosto de 2015

daydreaming

Tengo sueños recurrentes. El tipo de sueño que te mantiene soñando de día y despierto de noche. Sueño con una carretera con fin concreto, con una ensenada de cariz tétrico donde descansar.
He perseguido ese lugar durante toda mi corta vida y lo único que echo de menos es no haberte podido llevar allí. Perdimos los mapas junto con los papeles y ojalá -sólo ojalá- algún día pasemos por ese mismo punto del camino, y nuestras cosas aún cuelguen de las ramas de un olivo.

El lugar al que me refiero tiene paredes transparentes y se respira aire fresco, y por las mañanas te despierta el sol. La cerveza abunda y las estrellas sacan destellos a tu sonrisa. La suciedad no es un problema ni por fuera ni por dentro y por fin, al fin, en fin, puedes expresar la congestión que te estrangula el alma. El grito sordo y primario que da origen a tus pulsiones. Y el calor al dormir no es un problema porque ningún cuerpo debería estar obligado a dormir solo.

Recuerdo en mis sueños soñar de pie y caminando a través de calles medio iluminadas, y la sien latiendo a intervalos cortos, pum, pum, y el corazón como un metrónomo contando las razones para largarme. Recuerdo la esquina donde torcer para ir a tu casa y gritarte susurros al oído para que nos vayamos.

Si la vida es corta que sean cortos los planes, y si la vida es un caos que lo sean también nuestros caminos.

Quizá así al final se crucen. En aquel lugar.

Donde las estrellas riegan las hojas de los árboles y bajo la luna hasta la porquería se convierte en arte.

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