martes, 29 de noviembre de 2011

Parpadeas. Te llevas el porro humeante a la boca. Aspiras lento, notando el río de humo entrando por tu garganta, desembocando en tus pulmones. Dejando en tu paladar esa marca de sabor amargo, a la par que dulce, una sensación difícilmente comparable. Abres la boca. Emerge una columna de humo, un rizo de vapor grisáceo, formas espectaculares que parten del extremo de tu lengua y suben dejando un agradable cosquilleo.
El humo sube hasta el techo y lo ves ascender, como si con él se fueran tus problemas, tus rencores, como si no fuera sólo humo lo que escapa sino también un fragmento de todo aquello que no te gusta de tu vida. 
Como si de repente todo lo malo se largara, para dejar en su lugar una sensación cálida, embriagante, una curiosa picazón en la lengua y unos ojos entornados.
-Estás empanado.
Oyes de repente la voz de tu amigo. Parpadeas de nuevo mientras el humo se estrella suavemente contra el techo, vuelves a calar y repites el proceso. Sonríes.

miércoles, 23 de noviembre de 2011


Los pájaros echan a volar cuando todo parecía perdido.
El cielo se alborota de repente entre el batir de alas, el estruendo, el ruido infinito y seco que parece prolongarse en espirales.
Plumas goteadas de sangre cubren el suelo en un mosaico de pavor, y no consigues oír nada salvo el ruido y murmullo incesante de las aves.
Y de repente cesa. Y te preguntas el porqué del silencio. Después de tanto tiempo, no consigues averiguar por qué el ruido ha decidido irse.

Y entonces llega ella. Y te abraza. Te besa. Sientes sus labios junto a los tuyos, su piel suave y cálida junto a la tuya, como un plan perfecto, como una ópera preparada especialmente para tu tacto. Sientes que nada puede romper el momento.

Que todo está bien.

Y que los pájaros no volverán. No por ahora.

sábado, 19 de noviembre de 2011

no kind words to say


"Otra vez en la trinchera, amigos míos"
Y con una frase parto, parto lejos, viajo más allá de las fronteras de la decepción y la ilusión, de aquellas cadenas de cristal que parto en pedazos con cada paso. La tarde empezaba aburrida, demasiado aburrida, un montón de trabajos me tenían agobiado. Vuelta a casa, nuevo punto de partida, allí me esperaba mi compañero de piso (de cuyas manos se escribe esta historia) fumado, cómo no... ambos sabíamos que esta noche iba ser grande, pero no me sentía bien conmigo mismo, las dudas me asaltaban... ¿Qué debo hacer? ¿Terminar? Todavía no, no es el momento. Un telón sería demasiado definitivo.

Sé que a veces no actúo como es correcto, lo sé, no me importa una mierda, actúo como creo que es correcto, en torno a mi parecer. No quiero gustaros, no lo necesito, no lo he hecho nunca, ni pretendo que alguna vez ocurra. Es mi conciencia la que manda y guía mis pies. De todos modos sigo teniendo mi opinion lógica e incuestionable, soy así de cabezota, pero acabo teniendo razón. A todos quienes he dado consejo han terminado por admitirlo, al menos en temas de amor. Soy un capullo, lo sé, no necesito que me lo recordéis... yo solo me autocastigo.
Entramos a la sala medio vacía, esperándola repleta, daba lástima ese gran artista entre tan poca gente, aunque eso nos consiguió un autógrafo. Sobra decir que pasé casi todo el concierto con los ojos húmedos, escuchando aquellas briznas de poesía que se filtraban entre su voz y el rasgar de las cuerdas de la guitarra.
Terminó el concierto y buscamos algun garito abierto aunque claro, después de escucharle era imposible meterse en otro pub de mierda a escuchar basura antimelódica.

Volver a casa a meternos una cachimba y lo que quedaba de cerveza era lo más viable, humo en pulmones y mente, adormecer la conciencia que nos ataca a traición, que nos recuerda lo que no hacemos o hicimos bien... y la acallamos a base de drogas, la sepultamos bajo capas y capas de ebriedad, ¿por qué? Porque es más fácil que enfrentarse a la realidad, esa realidad que duele, que te apuñala por las espaldas. En el momento justo en que te estabas empezando a fijar en que eras feliz, ahí está con su puñal envenenado de traiciones, envidias y deseos inconfesables, obligándote a dormir con un ojo abierto, a mantenerte tenso, en alerta.
Y por eso nos emborrachamos. Por eso bebemos. Para olvidar. Para recordar, muchas veces con ira. Para que parezca que nada nos importa, cosa que poco a poco se convierte en verdad.
Estoicismo. La última barrera que nos queda, lo único que puede defender nuestra mente cuando nuestra barrera emocional se derrumba.
Y por eso brindamos. A la salud y memoria de todos quienes beben para acallar una mente ruidosa. Porque aun pareciendo inmensamente diferentes, en el fondo no somos tan distintos.


Dices que ya no te duele, pero te quema por dentro.

viernes, 11 de noviembre de 2011

díascontados.


Simplemente no puedes evitar pensar.
No pienses tanto, dices. Bueno, sí. Podría relajarme. Podría hacerlo si todo fuera bien.
Pero no va bien, ¿sabes? No va jodidamente bien. Va. A secas. Va. Con mediocridad. Va. A arrastrones.
Y no nací para vivir a arrastrones. Nací para vivir erguido, de pie, para luchar por algo que vale la pena y no por batallas perdidas que nadie, sólo tú, defiendes.
Me ha gustado. No diré que ha sido del todo desagradable. Pero hay cosas que duran y cosas que no.
Y lo peor es que lo supe desde el principio.

Seguidores