miércoles, 23 de noviembre de 2011


Los pájaros echan a volar cuando todo parecía perdido.
El cielo se alborota de repente entre el batir de alas, el estruendo, el ruido infinito y seco que parece prolongarse en espirales.
Plumas goteadas de sangre cubren el suelo en un mosaico de pavor, y no consigues oír nada salvo el ruido y murmullo incesante de las aves.
Y de repente cesa. Y te preguntas el porqué del silencio. Después de tanto tiempo, no consigues averiguar por qué el ruido ha decidido irse.

Y entonces llega ella. Y te abraza. Te besa. Sientes sus labios junto a los tuyos, su piel suave y cálida junto a la tuya, como un plan perfecto, como una ópera preparada especialmente para tu tacto. Sientes que nada puede romper el momento.

Que todo está bien.

Y que los pájaros no volverán. No por ahora.

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