sábado, 28 de enero de 2012

La tara.


¿Cuántas veces me habré repetido a mí mismo que soy lo más imperfecto de este mundo?
Nadie espera ser perfecto, nadie aspira realmente a esa quimera inalcanzable que es la perfección. Un ser libre de fallos, inmaculado, con una vida placentera y equilibrada. Tal meta no sólo es imposible sinó que resultaría aburrida a un humano normal.
El problema es que de tan acostumbrados que estamos a la imperfección, nos quedamos en ella. No aspiramos a la superación, a progresar, a hacer un día mejor que el anterior. No, simplemente nos quedamos sentados, apáticos, rechazamos las oportunidades y nos extrañamos cuando alguien nos dice que lo hemos hecho mal. ¿Por qué es mi culpa hacerlo mal? Soy así. Soy imperfecto, manco, falto de aptitudes, sobrado de taras.
Resulta repugnante. Sufrimos un diseño lleno de fallos, como si Dios el programador hubiese dejado las puertas abiertas a las cartas de reclamación. Como si cada vez que intentas mentalizarte para dar lo mejor de ti algo te anclara a la comodidad, a la mediocridad, a resistirte a avanzar.
Como si en la vida todo fueran cruces a nuestras espaldas y nadie nos diera la mano para ayudarnos a arrastrarlas.

miércoles, 25 de enero de 2012

Paleta de colores.

El calendario marca un período distinto. Al final terminamos el mes de exámenes, el fin de la coacción, de mendigar tiempo libre, de presión académica. Llega la libertad, un nuevo set de días a tachar, una nueva partida que jugar. No extrañaría a nadie que esto terminara en tablas, con las piezas desperdigadas y la pereza como reina del cotarro. Pero no, no pienso permitirlo.
Me he planteado dar una vuelta de tuerca. Arrancar un clavo de la cruz. Recoger aquellos viejos papeles, los miles de bocetos, los manuscritos, las historias a medio acabar, aquel pequeño universo que esbocé una vez e hice mío, convertirlo en mi pequeña ofrenda al mundo, mi David, mi Capilla Sixtina, dejar gotear algo de mi escaso talento en una botella e intentar hacerlo bullir.
He llevado una vida inconstante. Podría haber escrito muchas historias, dibujar otras tantas, podría haber hecho algo. Aunque sólo fuera testimonial: es el hecho de empezar y terminar algo, una antorcha en el camino, un "he estado aquí".

Tengo la obsesión de dejar huella y creo que es el momento propicio. Quizás sea una pequeña huella, el agujero minúsculo que deja una hormiga al pasar, pero es mi huella. Y el orgullo que ella me dé no me la dará nadie.

Vamos a desempolvar las herramientas, hay una historia que construir.

domingo, 22 de enero de 2012

Frío. Ni una sola gota de sangre en la punta de los dedos, que se tornan gélidos y quebradizos. Una sensación que destempla cada palmo de tu cuerpo y te aplasta como una losa. Una condena sin llave que la abra, un sentimiento de soledad inexpugnable, un deseo incumplido de gritar hasta que tu garganta sangre. Una cuerda en el cuello que te cuelga del techo y te deja morir en una sala vacía.

Una defunción solitaria, simple, sin luto ni repercusión. Un telón corrido que nadie verá.

glugluglu

Perdí hace tiempo la cuenta de las veces que me he quedado estancado. Como si casi sin darte cuenta te metieras en un pozo de barro y cada paso te sumergiera más y más, hasta que las arcillas te llegaran al cuello y apenas tu cabeza quedara fuera del cieno apestoso.
No siempre es fácil salir. A veces puedes calmarte y salir tú mismo, otras pueden echarte una cuerda desde afuera, otras simplemente te quedarás flotando, quieto, hasta morir de inanición. En otras te sumergirás completamente y sufrirás un hediondo paro cardiorrespiratorio.

Sí, se puede. Siempre he creído (aunque luego me vea incapaz de aplicármelo) que cada momento de peligro, crisis, cada piedra en el camino viene acompañado de una sana oportunidad por renovarse, hacer las cosas bien, sortear el obstáculo e incluso salir fortalecido. La teoría, como de costumbre, resulta fácil. La práctica...

En cuántas ocasiones me habré sentido como una mierda, tirado en casa perdiendo un tiempo precioso, sin hacer absolutamente nada, dejando pasar miles y miles de ocasiones que podrían haberme hecho feliz durante un dorado segundo y no lo hicieron. Muchas veces he pensado que de mis 19 años 18 son tiempo perdido, y no estaría tan lejos de la realidad.

¿Qué hacer? Cada caso es completamente distinto. Cada uno conoce sus puntos fuertes y débiles, y si no lo hace, nunca es tarde para conocerse a uno mismo. Averiguar qué hiciste mal y ver en qué puedes hacerlo bien a partir de ahora.

Quizás funcione, quizás no. Pero intentarlo es mejor que ahogarse, ¿no?

jueves, 19 de enero de 2012

No creo que esperéis los días que se acercan. No creo que estéis viendo la mancha que se extiende por las ciudades que creéis dominar, por las redes que creéis controlar, por los corazones de la gente cuya boca creéis sellada a cal y canto.
Tampoco creo que os veáis venir vuestro nuevo orden mundial hecho pedazos, vuestra hermosas leyes que violan nuestros derechos inherentes ardiendo en nuestras manos, ni todas aquellas verdades que intentáis tapar circulando fuera de vuestro alcance, surgiendo de las bocas de cientos de miles de gargantas, taladrando vuestros paredes y vuestros sesos.
No creo en vuestro remordimiento. Ni en vuestra pretendida y tan vendida simpatía. Creo en lo que habéis demostrado todas las veces que os hemos pedido ayuda, auxilio o cambio: que sois escoria.

Vuestra existencia insulta todo aquello que es noble y verdadero. Vuestros actos contaminan cada cosa que decís defender. Nos arrebatáis libertades, nos etiquetáis como terroristas cuando sólo nos defendemos, nos encarceláis cuando damos la cara por todo lo que una vez fue nuestro. La vergüenza y la moral son tan desconocidas para vosotros como la piedad con aquellos a quienes pretendéis gobernar.

Lo que se acerca no será por mí, ni por ti, ni por ningún individuo. Será todo el gentío que está harto de vosotros. Los millones de ciudadanos que buscan restablecer su statu quo como personas. Y nadie imagina las ganas que tengo de que vuestros cristales se rompan, de que vuestro poder se despedace como la cerámica al estallar contra el suelo, de que pidáis perdón por el momento en que creisteis poder atarnos como perros a una estaca y que nos quedáramos correteando con impotencia.

Se aproxima el principio del fin. Todo lo que hagáis a partir de ahora sólo contribuirá a acelerarlo.

martes, 17 de enero de 2012

Salgo de tu casa y afuera diluvia. No esperaba un aguacero tan grande, aunque el pronóstico estaba claro. Me arropo en la cazadora y cruzo a zancadas la calle, cubriéndome bajo las cornisas. Mi cuerpo sigue caliente por lo que pasar frío es imposible.
Las gotas se deslizan por las fachadas, surcan el aire en un último vuelo triunfal y se estrellan en la superficie de los charcos, que se contraen y se deshacen en ondas. Corro para llegar al coche sin mojarme, algo casi imposible. Me calo en segundos. Un hombre busca la farmacia de guardia. Se lo indico con dos frases cortas y sigo, con más agua que plástico en la cazadora.
Salto un charco, evito el barro y entro al coche. Sudo un poco. Afuera parece haber estallado una guerra entre nubes, los rayos son sus cañones y las gotas de lluvia sus balas. Pero bajo techo todo se ve distinto. Como un verdadero espectáculo.
Arranco el motor, suena Noel Gallagher. Vuelvo a casa sonriente.

domingo, 15 de enero de 2012

icemind

Llegados a cierto punto se empieza a considerar la derrota como una alternativa plausible. Quizás al ver todo en tu contra tu mundo se vuelve más pequeño, más acorralado, más consciente de toda la hostilidad que puede llegar a rodearte, y, en cierto modo, más realista.
Sabemos desde el principio que nada es tan bonito como lo pintan. Ni estudiar es un camino de rosas, ni el amor una novela romántica, ni se ha inventado un alcohol que no te deje la lengua como una esponja seca a la mañana siguiente.
A pesar de ello nos encabezamos en seguir adelante, lo intentamos una y otra vez, y como no puede ser de otra forma, fallamos. Caemos. Nos dejamos la piel de las rodillas contra el asfalto y las lágrimas nos dejan marca en las mejillas. Los pulmones se te llenan de tanto humo que no puedes ni respirar. Pero las rodillas se curan, las lágrimas se secan y el humo acaba saliendo y alza el vuelo como un cuervo gris.

¿Existe una batalla imposible de ganar, algo que nunca puedas conseguir? Es posible. Se dice a menudo que aunque perdamos esta batalla, ganaremos la guerra. Pero si piensas un poco, en toda guerra existen vencedores y vencidos.
Reza para no ser de los segundos.

viernes, 13 de enero de 2012

Torres de Manhattan con qperii


Ahí estaba de plantón, esa chica a la que tanto quería y ahora lloraba desconsolada, me miraba, no con odio, en su mirada solo percibía una enorme sensación de vacío, de rabia por no poder hacer nada…

Mi interior era un gigantesco témpano helado. Era como si no pudiera ya sentir nada más que una extraña pena, una sensación alienante, como si yo no estuviera allí frente a ella viendo sus lágrimas resbalar por sus mejillas, como si estuviera lejos, ajeno a todo aquello, incapaz de comprender por qué lloraba. Como si aquello ya no fuese conmigo.

Salí de la habitación intentando comprender qué había pasado, cómo habíamos llegado a este punto, en qué momento dejé de admirarte, de quererte… Sólo podía pensar en que otra vez todo había ido estúpidamente mal por mi culpa. Iba dando pasos hacia la salida mientras escuchaba tus llantos, no pude contenerme y volví a la habitación a intentar consolarte.

Mientras te abrazaba y te sentía temblorosa y sollozante contra mis brazos, no podía dejar de ser terriblemente consciente de un hecho: esto era un final. Nada volvería a ser como antes. No podía sentir lo que tú sentías ni ansiar lo que tú ansiabas en aquel momento. Mi camino se había separado del tuyo demasiado tiempo antes como para que se volvieran a unir.

Decidí marcharme, total, allí ya no podía hacer nada más que daño, me odio a mí mismo por hacerte daño, yo pienso que es lo mejor, aunque tú pienses que soy un ser despreciable en ese momento,  no hay nada que me duela más… Bajo las escaleras y las lágrimas empiezan a inundar los ojos. Cierro la puerta del portal y empiezo a correr, como si no hubiera mañana, como si no me importara hoy…

Corro sin parar, notando mis piernas arder, como si dejara atrás todo aquello que quiero abandonar en la cuneta de mi vida, como si en mi mente retumbara a gritos la orden de alejarme, de irme allí donde nada de esto pudiera seguirme, donde nadie me conociera y donde remordimiento sólo fuese una palabra.

Tropiezo. Me sangran las manos, aprieto los puños, me levanto y me siento, en mis músculos tensos noto que quizás todo esto sea un enorme error, una simple crisis… Tengo que calmarme pienso, ir a casa y ducharme, cenar y dormir un poco. Cojo un taxi, en el transcurso del viaje no dejo de observar por la ventana un gris paisaje de ciudad que acompaña mi estado de ánimo. Ya en casa me ducho, pero no ceno, al abrir la nevera la cerveza se ilumina como un cartel de neón de un puticlub de la autopista.

Abro la cerveza y el gas chisporrotea al escapar, sonando como el disparo de salida de una noche que se antojaba larga y solitaria. Y llena de droga en sangre.

Alcohol, mi analgésico preferido. Eché un largo trago y la cerveza entró a chorro en mi garganta, como tantos millones de veces antes. Rebusqué en mis cajones en busca de drogas. El hachís parecía el compañero de baile perfecto. Lié un porro y lo aproximé a los labios. Las caladas y los tragos se alternaban a intervalos irregulares, alejándome de la culpa, de la realidad, de cualquier sensación que pudiera hacerme sentir .

Me tambaleé hasta la cama, música en mis oídos, una persona llorando por mí, y un único deseo, borrar este día de mi vida. Dejar caer un velo sobre mi extraña vida, una noche más.

http://anoen-yporque.blogspot.com/

miércoles, 11 de enero de 2012

Hey.

Anoche vi la luna llena. La vi allí, colgando en el firmamento, como una medalla de plata que se deja sobre la mesita de dormir. Iba conduciendo y por eso apenas le dediqué unos segundos en los que le clavé los ojos como colmillos, intentando deleitar mi vista con aquel pedazo de roca brillante.
También la pude ver la noche anterior, y la siguiente. Aunque no estuviera en su punto álgido, seguía allí, proyectando aquella luz blanca sobre el asfalto y arrancando destellos de mis pupilas. Cuando la contaminación lumínica se carga las estrellas, ella sigue allí, imperturbable. Moviendo mis mareas y alumbrándome en mis resacas. En mis noches y mis tardes de invierno, cuando la luz empieza a escasear, allí sigue. Siempre. Y cuando levanto la vista de mis pies y miro al cielo sé que tras las nubes me sigue observando. Tan solo espero el momento en que se aparten de nuevo para poder verla, reluciente, siempre acompañándome. Despojando al crepúsculo de su oscuridad y a la noche de su negrura.

jueves, 5 de enero de 2012

Joder.

Hacía meses que no experimentaba un bajón así. ¿Conocéis esos momentos en los que os sentís inmensamente vulnerables, en los que creéis que cualquier cosa podría dañaros? Estoy en un estado similar. Es como si de repente todo resultara ajeno, alienante, una parte de los engranajes que conspiran contra tu bienestar y tu salud mental.

Todo te duele, te molesta, pero no te enfadas, solo entrecierras los ojos y sientes como un pedazo de ti se desgaja y cae al suelo. Y no te molestas en recogerlo, simplemente te resignas a contemplarlo mientras el charco de sangre se expande y mancha las alfombras de tu madre.

¿Y si os cuento que debería estar estudiando? Sí. Estudiando. Debería meterme entre ceja y ceja toneladas de texto, fórmulas, procedimientos y cálculos que ni siquiera me acerco a conocer. Quedan ocho días para un examen que, de suspenderlo, me obligaría a volver a examinarme más tarde de toda la materia. Cosa que no puedo permitirme.
Y ahora bajón. Lo mejor para estudiar. Sumirte en la melancolía mientras hojeas los papeles. Frustración a intervalos de cinco minutos. Sabroso.

¿Alguien quiere darme una paliza? Os lo pondré fácil.

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