miércoles, 25 de enero de 2012

Paleta de colores.

El calendario marca un período distinto. Al final terminamos el mes de exámenes, el fin de la coacción, de mendigar tiempo libre, de presión académica. Llega la libertad, un nuevo set de días a tachar, una nueva partida que jugar. No extrañaría a nadie que esto terminara en tablas, con las piezas desperdigadas y la pereza como reina del cotarro. Pero no, no pienso permitirlo.
Me he planteado dar una vuelta de tuerca. Arrancar un clavo de la cruz. Recoger aquellos viejos papeles, los miles de bocetos, los manuscritos, las historias a medio acabar, aquel pequeño universo que esbocé una vez e hice mío, convertirlo en mi pequeña ofrenda al mundo, mi David, mi Capilla Sixtina, dejar gotear algo de mi escaso talento en una botella e intentar hacerlo bullir.
He llevado una vida inconstante. Podría haber escrito muchas historias, dibujar otras tantas, podría haber hecho algo. Aunque sólo fuera testimonial: es el hecho de empezar y terminar algo, una antorcha en el camino, un "he estado aquí".

Tengo la obsesión de dejar huella y creo que es el momento propicio. Quizás sea una pequeña huella, el agujero minúsculo que deja una hormiga al pasar, pero es mi huella. Y el orgullo que ella me dé no me la dará nadie.

Vamos a desempolvar las herramientas, hay una historia que construir.

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