lunes, 28 de septiembre de 2015

red light means go

Hay días en que no eres realmente tú. Me refiero a cuando la tierra sigue rotando sobre su eje pero eres incapaz de seguirle el ritmo y te quedas atrás. Cohibido y con la boca tornada en mueca, con las sienes martilleando por el síndrome de abstinencia, en franco desaliento.
Días en que ser mínimamente gregario se antoja una odisea, en que los deseos parecen más fuera de alcance que nunca. Apuras el vaso, y tu mente está lejos de allí, probablemente en tu casa, en el monte, quién sabe dónde.

Hay días en que el mundo es un código de barras incapaz de aceptar tus grises. Polarizado y frío, con puertas blindadas caminando por ahí en lugar de personas. Y tú, de todos, eres el pequeño núcleo sensible del momento, y te sientes más de carne que nunca. Frágil y etéreo, rodeado por el tenaz viento.

La música suena y el tempo se sostiene dentro de tus tímpanos, pero tú te niegas a bailar a su son. Quizá no es el momento, quizá te duela la barriga, quizá sientas los ojos secos, la lengua acartonada, tus tobillos y rodillas siendo pequeños ángulos torpes de tu ser. Y no eres tan torpe, ni tan seco, ni tan negado, pero las circunstancias, las miradas evasivas, yo qué sé...

Hay días en que eres un satélite frío y árido orbitando a solas y consumiendo cigarro tras cigarro, cerveza tras cerveza. La anhedonia está pegada a tu ser y nada de lo que tomas parece realmente cambiar nada. Disfrutar es un verbo en lengua extranjera, y entiendes entonces el sentido que cobran las drogas en el mundo.

Hay días en que te sientes alienígena a la Tierra misma, pero quién sabe, quizá a veces tenemos que sentirnos de allí para ser de aquí.

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