miércoles, 21 de noviembre de 2012

...II


Sin mediar palabra el pasajero, sentado en el asiento trasero, abrió la puerta del taxi. La lluvia se intensificó al olerle, o eso pareció. Rugía las gotas. La atmósfera, el viento frío lo acariciaron y le erizaron la piel. La humedad crecía. Afuera del taxi el mundo parecía estar en guerra. Clac, clac, clac, clac, continuo, ensordecedor, violento. Sin embargo las voces antes claras sonaban acalladas, sordas, débiles. Sin un adiós, un gracias, propina ni pago, el pasajero salió afuera.

Las voces enmudecieron.

La lluvia lo caló en segundos, lo empapó, perló de gotas y luego de manchas oscuras de agua el grueso abrigo, el sombrero, los zapatos se sumergieron hasta el tobillo en agua, fría y voraz y revuelta.
Se movió chapoteando, dio un portazo, corrió hacia la acera.

Allí la altura de la acera hacía que el agua sólo le lamiera los zapatos, ya chorreando. La cornisa le cubría de la lluvia feroz por apenas centímetros. La pared, gris, sucia. Cubierta de carteles, una capa tupida de ellos. Publicidad, eslóganes, mojados, color descolorido y añejo, papel podrido de la humedad. Lo palpó, asió los bordes de los carteles. Los desgarró, tiró de ellos, los arrojaba al suelo. Ras. Los pedazos flotaban sobre el agua, se mojaban y se hundían. Tras rasgar dos de ellos palpó y asió un pomo de puerta.

Con abrirlo se rasgaron el resto de carteles. Caían al suelo. Beba Coca-Cola. Industrias cárnicas Dillidge. Planes de seguros Avesa. Se hundían en el mar.

Empujó y las bisagras chirriaron. Derramaron polvo los marcos viejos y la entrada se abrió como una herida en el muro.

Suelo de madera astillada y vieja, una luz tímida que descendía desde un pequeño ventanal en la pared frontal y alumbraba una escalinata de madera carcomida que subía a un piso superior. Vio todo aquello desde la entrada.

Miró una última vez a sus espaldas, goteando los bordes del sombrero, y a través del tapiz de agua vio las luces amarillas del taxi. No se iría. Su deber era quedarse allí. Aquella tarea tan simple era la razón de existir de Clovis, el taxista. Conducir. Esperar. Conducir.

El pasajero tenía un cometido más complicado. Dirigió su mirada otra vez a la escalera, y los oyó. Susurros. Un rumor suave que se propagaba bajo el estruendo pluvial. Sabía que una vez entrara, no tendría mucho tiempo.

sábado, 17 de noviembre de 2012


Rompía el anochecer la lluvia sobre el caparazón de hormigón de la ciudad.

Las gotas caían a plomo sobre el asfalto, un suicidio húmedo y colectivo, cientos de miles de millones de ellas estrellándose contra el frío suelo, empapando las calles, los edificios, los abrigos, las almas.

Por momentos parecía ceder aquel acto, aquel teatro atmosférico, aquel bello espectáculo, pero sin ánimo alguno de rendirse las nubes seguían dejando caer más y más gotas, como un tapiz de agua y de tarde gris.

El taxi rojo avanzaba bajo aquel caos, un oblongo escarabajo impermeable, con los faros de xenón alumbrando las gotas que no cesaban de caer y caer, recreándose en su sonido al chocar contra el techo del vehículo. Clac, clac, clac. Un martilleo continuo.

Frío y mojado.

Los suburbios de la ciudad parecían acoger en su seno al taxi, que erraba solo pero con rumbo, a través de sus calles y del asfalto brillante y encharcado. De tanto en tanto la rueda se metía en un bache, el taxi se hundía y volvía a subir y el conductor soltaba un insulto dirigido a nadie en particular. Los apartamentos grises y viejos, sacados todos del mismo y burdo molde, parecían sonreír. Una sonrisa oscura. En el cielo las nubes no dejaban ver los últimos estertores del día, que dejaba poco a poco que el crepúsculo le arrebatara su lugar.

Apenas había coches aparcados, apenas gente que saludar o que dirigiera miradas hoscas, hurañas, enrarecidas al taxi. Estaba él solo, avanzando bajo el telón transparente que caía y caía. Y cada vez estaba más cerca. Las calles se sucedían, una tras otra. Cada vez estaba más cerca. Clac, clac, clac. Más y más gotas.

Uno podía saber cuándo estaba a punto de llegar al corazón de los suburbios. Era una olor en el aire, era el color de los edificios, la textura del ladrillo, la pintura resquebrajada y cediendo a pedazos bajo la maza del tiempo. Era el sol un poco más oscuro, la lluvia un tanto más intensa, un peso en el corazón, como un yunque colgado de un hilo que lo arrastraba hacia el fondo.

Clac, clac, clac.

Y las voces. Si escuchabas atentamente podías oírlas. No tenían tono, no tenían pasión. Eran órdenes, susurros, gritos, lloriqueos, declaraciones de amor. Desprovistas de significado, desnudas, simple palabra cruda reverberando en el aire y el humo. El humo del taxi. El taxi que avanzaba.

Él las oía. Las oía mientras agarraba suavemente el volante envuelto de cuero viejo sintético, las oía mientras tomaba la curva con suavidad, las oía tan claramente como el clac, clac, clac, incesante.
Cerca del corazón los baches eran más pronunciados, más numerosos, el asfalto menos firme y joven y más agrietado e irregular. Pero el taxi seguía adelante, impertérrito. Las suspensiones crujían pero no tenía importancia. Adelante. Y llovía.

Llovía tanto en aquella zona que no había lugar ya a salvo del agua. Los charcos crecían y se unían unos con otros, engullendo las aceras, formando torrentes, precipitándose dentro de los garajes, anegando todo aquello al alcance. El agua no mostraba piedad. Lamía las llantas del taxi, avariciosa, y cuanto más se acercaban más alta llegaba, más embravecida se movía, mayores eran los remolinos, su fuerza, su fragor.

Clovis apagó el cigarro en el desgastado salpicadero. Una voluta de humo se elevó al apagarse la colilla. Detuvo el taxi, apagó el motor, tiró del freno de mano.
-Es aquí.

domingo, 4 de noviembre de 2012

instead of going under

Sábado ordinario. Apestosamente ordinario. El máximo plan al que podía esperar después de los litros de cerveza, la conversación banal y totalmente intrascendente y la orquesta de barrio con un aforo de menos de cien personas (bastante alejadas de mi rango de edad, por cierto) era irme a casa. Y eso he hecho.
Y por el camino te planteas bastantes cosas. Piensas en cómo coño alguien de 20 años puede llevar más de un mes con sábados de este tipo o peores. Echas la vista atrás y ni siquiera recuerdas un sábado cercano en el que lo pasaras bien.

Y...creo que necesito metas.

¿Conocéis la sensación de que todo a vuestro alrededor deja de importar y es una única cosa la que centra vuestra atención? Necesito eso. Necesito saber que a la hora de vivir puedo guiarme por algo. Estoy hasta los cojones del mismo modus vivendi repetitivo, aburrido, conservador, vacío de contenido y diversión. Anhelo algo que me haga volver a levantarme con ganas.

Pasa el tiempo y lo que antes te movía cambia. Sé que no voy a ser un gran escritor. Sé que no voy a ser un psicólogo de prestigio. Sé que ser millonario es algo que sólo pasa en las películas, en las malas, además. Sé que el amor no es algo que se quede siempre y que sea constante y puro. Todo cambia y no tienes más remedio que aceptarlo, y creo que me he acostumbrado a aceptar lo que me viene, sin más. Y me importa bien poco si es una mierda o si es cojonudo porque es lo que hay. Ni siquiera pude empezar a luchar porque se me olvidó cómo hacerlo.

Debe haber algo en mi vida que me emocione de verdad, que sea capaz de absorberme y de hacerme trabajar como un hijo de puta para convertirlo en realidad. Si encuentro eso, si estoy satisfecho con lo que hago, hasta una mierda de orquestucha de barrio parecerá un plan genial. Y si no me lo parece, tendré el valor para buscar otros planes.

No es tarde, pero dos litros de cerveza no animan a pensar. Supongo que habrá que consultar con la almohada, como taaaantas otras ocasiones. Puede que el mañana arroje nuevas conclusiones.

Y si no, pues a buscar.

Buenas noches, hijos del mal.

domingo, 28 de octubre de 2012

reloaded

Considero cauto dedicar un rato a valorar los acontecimientos de hoy. Digamos que cualquier tiempo pasado fue mejor y que las últimas semanas no han sido para recordar. Dejémoslo ahí. Digamos también que el paso dado no es el que me esperaba pero no es decepcionante, y eso es importante. Creo yo. Digamos que me queda siempre el recurso de la ruptura si esto no fuera bien y eso es un aliciente de los gordos para que esto vaya realmente bien.

Dios, mira que la hemos liado, simplemente para estar bien. ¿No sientes a veces la necesidad de enviarlo todo a la mierda, de mirar toda la discusión y decir: me cago en la puta, era necesario todo esto? ¿Simplemente venir, ir, juntarnos, un abrazo, un beso, un polvo? ¿Solucionarlo de forma expeditiva, no letal, carnal y sudorosa? No era tan difícil. Y nos ha costado. Todo por querer domesticar el amor.

Tengo ganas de que pase esta semana. Y hacía ya tiempo que no tenía tantas ganas. Necesito probar esto, ponerlo a prueba, comprobar que no es un parche más que tapa el desgarrón de la prenda. Necesito el beso que me das después de corrernos y que me hace recordar que he vuelto al cielo y que todo marcha viento en popa. Te necesito.

Y sería cojonudo ver tu carita y recordarte por fin como me gusta recordarte, o aún mejor recordarnos, como lo que éramos y podemos ser, no como esta parodia vil y burda de nosotros mismos que hemos sido últimamente. Así no, joder. Tenía que reventar por algún lugar y me siento agradecido de que haya sido en esta dirección.

No quiero ataduras ni pensar demasiado. Siendo yo no es lo más común pero, coño, por intentarlo que no quede. Tan sólo quiero tu promesa de que aunque esto vaya a ser diferente voy a tenerte ahí, excepcionalmente, en los días en que todo lo demás me vaya mal. Con esa promesa puedo darme por satisfecho. E ir tirando.

La diferencia es que ir tirando a partir de hora será más fácil. Porque tiras conmigo.

domingo, 21 de octubre de 2012

Podría empezar diciendo que estoy borracho. No lo estoy. He escrito yendo inmensamente borracho, colocado, soñoliento, y hoy no se corresponde con ninguno de esos casos.

Estoy tirado en la cama, después de dos de los días más extraños y estériles de mi vida, y no debería despegárseme la labia, pero parece que hoy le ha dado por joder. Así que voy a hablar de ti.

Hace un tiempo, no sabría decir si corto o largo, que esto no es lo mismo. Diría que se ha apagado, se ha adormecido, se ha quedado acurrucado como una oruga en el capullo. Diría, y no me equivocaría, que no hemos hecho nada por remediarlo.

Dirás que me lo tengo muy creído y todas esas cosas y te equivocarías, sobretodo siendo yo el niñato más inseguro que puedes encontrarte en mucho terreno a la redonda. Qué casualidad que nos hayamos juntado.

No hice nada. Hice lo que creía que estaba bien siempre, pero cuando todo empezó a decaer simplemente te lo conté. Y sabía que no ibas a hacer nada. Así que diría que contándotelo a secas no hice nada.

Tú tampoco. Y esta entrada me vendría de perlas para meterte mierda, pero no quiero hacerlo. La ocasión no lo merece. No hiciste nada, a secas. Así que supongo que lo que tenemos delante es la conclusión lógica de lo que nosotros mismos hemos creado.

Nació, creció y murió, como todo, y lo sabíamos, pero somos demasiado vagos y tenemos demasiado miedo de nosotros mismos como para ponerle freno. Otros habrán sabido prolongar relaciones más difíciles. No es nuestro caso.

Confieso que tengo un poco de miedo de que no entiendas esto, o de que no te creas nada, o de que todo haya sido un teatrillo y realmente esto para ti signifique bien poco. Espero que no, porque mi moral no está en su mejor momento.

Supongo que esto es una despedida. Espero que lo leas aunque seguramente no lo hagas. Y podría hablar como un borracho párrafos y párrafos, pero prefiero irme a dormir y que el tiempo decida. Y pasarán personas y personas y cuerpos y cuerpos, y quizá nos arrepintamos o quizá no, pero quiero que esto quede como testigo de que lo intenté.

Y sé que tú crees que también lo intentaste, aunque creo que confiaste demasiado en que esto fuera solo, sin soplar las velas a tu favor. Pero no vamos a discutirlo ahora.

Adiós, y suerte.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

371.



Un año es mucho tiempo. O no. Depende de cómo se vea. Desde que soy mayor de edad miro atrás y me sorprendo de la de cosas que me han pasado en un nada de tiempo. Apenas un soplo. He vivido más en dos años que en toda mi vida. He conocido a gente genial, me he enamorado, he aprendido muchas cosas, me he llevado muchas hostias pero en general todo ha valido la pena y no me arrepiento de la mayoría de actos y decisiones, con lo cual...puedo decir que estoy orgulloso.
Hace más de un año que te conocí. Casi dos. Recuerdo la primera vez que comí de tus labios, una noche de borrachera. No era muy distinto de cualquier otro lío. Pero decidimos alargarlo. A otras noches. A otros días. A otras tardes. A experiencias distintas.

Ha llovido mucho, ha pasado de todo, bueno y malo, pero sabes (y lo sabes bien) que cada vez que te miro bien poco importa lo malo. Joder, no importa nada.

Mira, soy imbécil. Como todos, dirás, pero no son los otros los que me importan. Pocas veces veo la oportunidad de construir una felicidad que no sea frágil y temporal como el cristal, una sonrisa que me dure más de un segundo. Lo bueno, para mí, siempre ha sido un ir y venir, una luna a la que ladrar y jamás tocar. No me consideraba afortunado. Hasta ahora.

Eres la única persona que ha sabido prolongar esa felicidad, hacerla fuerte, constante, sacarme los colores y las sonrisas, hacer que desee besarte con tanta fuerza que no termine nunca. Y eso es valioso, muy valioso. Probablemente lo más valioso que puedas darme.

Nunca he sabido muy bien lo que busco en una chica. Hay tantos prototipos distintos y tanta poca gente que encaje en ellos que nunca sabes muy bien dónde mirar, quién será apta, quién se dignará siquiera a echarte el ojo y no digamos ya la boca. Ni tú ni yo somos perfectos, pero creo que citando a Bob Marley puedo decir que eres perfecta para mí. Y si no lo eres, has sabido disimularlo demasiado bien.

Supongo que no te he tratado mal del todo, si no no celebraríamos lo que celebramos ni estaría escribiendo esto. Pero quiero que sepas algo. Si hago algo mal, lo corregiré por ti. O lo intentaré en la medida de lo que puedo. Voy a ser tu oso guarroso, tu risa cuando nadie te haga reír, esos garfitos que nunca están en la despensa pero que alguien te trae, el chocolate blanco en el helado. Tu canción favorita. Y no me gusta lo cursi, joder, pero es que por ti me vale serlo. Me compensas.

No voy a pedirte que estés siempre. Ya me lo prometes cada vez que me besas.

Espero que te quedes varios años más. Y si no, siempre nos quedarán los columpios, los polígonos, el césped de los parques, los bosquecillos detrás de restaurantes, los besos largos.

T'hame.

jueves, 23 de agosto de 2012

jellyfish

Hacía un puto año ya escribía en este blog. Escribí sobre la importancia de confiar con las espaldas protegidas. Sobre el dar con medida para evitar los engaños, para poder seguir siendo el miembro y no el esclavo de la situación, para que si las cosas salgan mal no sea por la propia debilidad y torpeza.

Y me volví a equivocar. Quizá es mi forma de ser, confiar, dar lo que tengo por costumbre, que no es poco, y luego equivocarme, darme de bruces contra las paredes, enfadarme y gritar, gritar mucho. Como un subnormal cualquiera.

Me he equivocado. Puedes darlo todo, puedes entregarte, puedes llegar a creer que esto es recíproco, que las relaciones humanas se establecen de igual a igual, pero nunca será así. Y cuando te das cuenta intentas hacerte el duro, intentas pasar a ser de piedra, pero no puedes endurecerte cuando tu interior es de arenas movedizas.

Así que va a ser así siempre, con altibajos continuos, no altibajos con períodos largos de tranquilidad y largos de desasosiego, sino una inseguridad continua, el miedo a la mordedura de la medusa en la sien en cada momento, el tener que medir cada puta palabra, cada expresión, cada gesto, cada cosa que haces, no ser ni más ni menos, ser perfecto, medido, servil, cariñoso, educado, cuidadoso, follar bien, todo, hazlo bien, quieres estar radiante para cuando te echen al mar.

martes, 24 de julio de 2012

The Dark Knight Meh.

Fui ayer a ver El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace (vivan las traducciones españolas de títulos, por cierto). Fui después de tragarme críticas ambivalentes, después de leer a gente que había aplaudido en la premiere y el cine y a gente que tenía a Nolan como poco menos que un basurero con una cámara. Así que en primer lugar he de decir que creo que no llevaba expectativas exageradas.

Quizás el hecho de que fuera (más claramente aún que la anterior) una secuela fue lo primero que me chocó. Sin ningún preámbulo ni presentación, Nolan insertaba a Bruce Wayne y a Selina Kyle casi con calzador, de una forma rápida, dando a entender que o habías visto y estudiado las anteriores o no cogías ni papa. No tengo problemas con esto, pero eché a faltar más ceremonias, las cuales no se ahorra en Origen y The Dark Knight.

Luego. El típico problema del doblaje español. La voz de Bane es RIDÍCULA. Parece un Joker con amplificador. Tenía miedo de que después de lo oído en el tráiler sonara demasiado bajita, pero es todo lo contrario. Además de demasiado alta en volumen, la voz no engrandece a Bane, le quita poder. Un doblaje grave, aunque manteniendo los matices y la entonación, le hubiera hecho ganar mil, sobretodo cuando adquiere la faceta de dictador.

Tercero. A Nolan le cuesta mucho despegar en sus películas y sumirte en ese ritmo de thriller, de clímax constante, lo cual es su gran acierto pero también su gran inconveniente. En las películas anteriores los clímax estaban llevados perfectamente, con maestría.
En TDKR, antes de casi dos horas de préambulos y escenas cortas en las cuales perfila a los personajes, no empieza lo bueno. Y en esas dos horas pasa poco más. La nueva incorporación, Catwoman, da a entender nombre, motivos, meta y poco más. Le faltan pinceladas que a Joker, por interpretación y carisma, le sobraban. De Bane sabemos su supuesto origen, su meta, ídem. Pero carecen de una frescura que Nolan no ha sabido compensar. Aparte de que los fans se quedarán con las ganas de ver a Bane dopado con el Veneno, que no aparece en toda la película.

De acuerdo, terminan esas dos primeras horas, nos quedan 45 minutos de película. Los clímax pequeños de la parte anterior se engrandecen, empieza la épica, aunque con algunos momentos chirriantes justificados por el "porque sí" "porque es Batman" "porque así es más espectacular" aún así mi corazoncito de fan se estremece con la batalla final y con el desenlace, como no podría ser de otra forma. Esta parte salva a la película, o casi.

El resto sabe a poco, no vale la espera de 4 años que muchos nos hemos echado olisqueando el material viral que Nolan iba soltando por Internet. La sensación general es de que está todo muy visto, muy manoseado, que la historia que antes te creías entra de forma artificiosa y menos tragable. El Batman de Nolan ha envejecido mal.

The Dark Knight Rises (mucho mejor en inglés) deja un legado inferior al de Batman Begins y The Dark Knight, pero no por eso deja de ser buena película. Pero Nolan podría haber hecho mucho más honor a su sello. Hasta ahora ninguna película suya me había decepcionado. Que sea esta la última.

Y que el próximo director que coja a Batman no lo destroce como hicieron con el traje empezonado o los fans sacaremos la recortada. Primer aviso.

miércoles, 18 de julio de 2012

Noche.


Como una lluvia sucia acudió la oscuridad sobre el Bastión, relegando al Sol al rol de durmiente, sumiendo el lugar en sombra y crepúsculo. Se renovaron los turnos de guardia y los vigilantes apuraban el último sorbo de la jarra para ir a situarse en las puertas. Eructando, arrastrando las botas viejas, recogiendo de la armería un rifle polvoriento y parcialmente oxidado que se encasquillaba a los dos disparos. Se cerraba la reja de la entrada, se quedaban de pie, encendían un pitillo y el humo se mezclaba con la humedad nocturna creando volutas ascendentes. Y de alguna forma, la fortaleza parecía adquirir una vida renovada, continuaban los gritos en la taberna ahora que llegaban los anteriores vigilantes a echar nuevos tragos, se encendían velas en las habitaciones de los pisos superiores, alguien se echaba a dormir y, acogido por el lecho, emitía ronquidos de oso.

jueves, 12 de julio de 2012

317, y sube.



No puedo decir que hayan sido los dos mejores meses.
He estado encerrado, atado de manos y piernas, y como a todos los perros la correa no me queda bien.
Siento haber mordido, siento haber estado fuera de lugar cuando lo estuve, y en general no me siento orgulloso de todo. Aún así, me quedo con lo nuestro. Me quedo con las cenas, con aquella noche que terminó comiendo Duso en el césped húmedo del parque. Con aquellos chapoteos en la piscina. Con aquella ducha que se nos quedó corta.
Me quedo con lo mejor y tengo claro que lo mejor siempre es contigo.

En un día terminaré con esto. Pondré fin al curso. Empezaré mi verano, y quiero que me acompañes.
Quiero conciertos, quiero escapadas, quiero piscina, cena, dormir a tu lado, hacer el moñas, que me hagas el moñas, cucamones, que me ates a tu cuerpo, que rescatemos los viejos días encerrados en las sábanas. Que me folles hasta agotarme. Y echarme luego a tu lado y susurrarte al oído. Te quiero a ti.

Nos vemos en el festival. Pero este festival terminará. Las tiendas de campaña se irán igual que han venido, el alcohol quedará en dos días y noches de gritos y euforia y una resaca como losa de plomo, y dejaremos atrás un descampado en el que reinó la alegría. Pero nuestro festival nunca va a terminar, y en éste quiero que seas mi cabeza de cartel.

T'estime.

domingo, 8 de julio de 2012


Decepción tras decepción tras decepción. Poco a poco ves cómo funcionan las cosas. Ves los límites y las barreras que tendrás toda la vida. 
Te das cuenta que ser ingenuo es un lujo, que nadie saca tus castañas del fuego, que nadie va a estar en tu infierno salvo tú.
Todo se ve con más claridad una vez llegas a tu lugar, y con claridad el mundo es horrible. Al mundo le sienta bien la oscuridad, una luz pronunciada que cree sombras alargadas y tenaces, que oculten lo feo, que dejen correr un telón sobre lo que nadie quiere saber. Porque saber muchas veces es sufrir.
Quisiera no saber muchas cosas. Quisiera olvidar detalles, hechos, mentiras, palabras, días enteros incluso. Pero no es posible, no somos máquinas, no podemos borrar algo que es parte de nosotros. Puede taparse la cicatriz pero nunca va a desaparecer.

Llegas a la conclusión de que quizás hay más mentiras que verdad en tu vida. Y la mentira es un excelente escudo, hasta que alguien descubra cómo romperlo. Te protege mientras sigue en pie. Te impide saber lo que no deberías saber. Por eso a veces creamos nuestras propias mentiras. Aprendemos a vivir con ellas. Tienes una mentira sobre tus padres, otra sobre tu hermana, otra sobre tus amigos. Quizás no nos las tomemos como tales, pero son mentiras. Son esas frases, esos pensamientos, esas cosas que nos hacen olvidar lo que puede ir mal, lo que fue mal, lo que irá mal. Nos ayudan a vivir. Hacen que el respirar sea más llevadero porque no tienes el bloque de hormigón que es la verdad presionándote los pulmones.

Quisiera vivir consciente de todo lo que me rodea, de cada cosa que forma parte de mi vida, sin mentira alguna. Y que la verdad no doliera ni cortara la piel como el cristal roto. Pero no es así. 

Porque tras cada decepción, cuando algo sale mal, cuando las cosas se ponen feas de verdad, intentas olvidarlo. Pero no lo olvidas. Lo ocultas. Le otorgas una etiqueta de "no ha salido tan mal", "pasó lo que tenía que pasar", "no tiene importancia" y con ello nace una nueva mentira. Y la mentira te gobierna, te ata como un títere, te tapa con una venda los ojos, por tu bien, para que no sufras. Pero cuando te das cuenta de que es sólo eso, una puta mentira, todo cobra otro sentido. Y sufres.

Ojalá pudiera vivir de otra forma. Pero hoy por hoy no lo veo posible.

miércoles, 27 de junio de 2012

Panem et circenses


Esta tarde se juega el España-Portugal. Del Bosque salió ayer a afirmar que éste es "el partido más importante de nuestras vidas". A Iniesta le faltó aire para declarar en su rueda de prensa que cuando ganaron el Mundial cambiaron "la historia de España a mejor".

En pocas y simples palabras, esta tarde la gente se reunirá en bares, pubs, casas, chalés y demás para presenciar un acontecimiento deportivo. Se dejarán los dedos sin uña, mantendrán cada gramo de atención que les queda disponible en los chutes del equipo español y si ganan saldrán a la calle y colmarán cada esquina y balcón de banderas y camisetas con la bandera española (ya lo hacen, de hecho) y el mundo será feliz por un momento, será un "todo va bien" general, o un embobamiento del quince como a mí me gusta llamarlo.

Aclarar en primer lugar que no tengo nada en contra del fútbol. De hecho, me parece entretenido, un gran deporte en equipo, requiere técnica, coordinación y cuando alguien la pifia da para unos chistes cojonudos. Y es bueno que la gente anime a un deportista, que se alegre cuando gane, que lo celebre e incluso que lo acompañe a la otra punta del mundo a animarlo, si para ellos es importante. No critico que la gente se lo pase bien y disfrute aunque cada vez que alguien con mi opinión abra la boca nos tilden de aguafiestas.

El problema, y corríjanme si me equivoco, es el sistema construido en torno al fútbol. ¿Deportistas que cobran millones y millones de euros por ejercer una actividad deportiva? Aparte, leyes como la famosa Ley Beckham permiten a deportistas no nacionales (véanse Ronaldo, Kaká, Ibrahimovich y cia.) tributar a un ridículo 24% cuando juegan en equipos nacionales. Deportistas como Nadal (cambiando de campo) tributan directamente en otros países. Y, centrándonos en el tema, la victoria de la selección española en la Eurocopa significaría una sustanciosa prima para cada uno de ellos. Prima para la cuál estarían exentos de pagar impuesto alguno, en Polonia y en España. Con el fútbol no ganáis NADA.

Luego resulta que no animar a la selección española es antipatriótico. ¿Por? ¿Porque no me guste el circo mediático que montan en torno a un deporte como cualquier otro? ¿Porque prefiero animar a cualquier jugador de medio pelo antes que a una estrella millonaria que se las da de caritativa? ¿Porque se nos inundan bares y pubs de gente que te puede literalmente partir la cara si no vas con España?
Entonces parece que soy antipatriota.

Como dije antes, la Eurocopa promueve un embobamiento del quince. Así como el fútbol en general. ¿Es casualidad que el gobierno aproveche los Clásicos Madrid-Barça o los partidos europeos para dejar caer el anuncio de nuevas reformas? ¿Es casualidad que la población salga casi en minoría a las manifestaciones, a las huelgas, a las concentraciones y todo aquello que se convoque para exigir cambios políticos, económicos y sociales a mejor y luego salga en masa si ganamos un partido de cuartos, semifinales o finales?

Nos venden confort, espectáculo, estrellas, jogo bonito, unas birras con la peñita viendo el partido en una LCD grande de cojones, y mientras tanto el gobierno incumple sistemáticamente todas las promesas electorales, fuera deducción por vivienda en el IRPF, venga recortes millonarios en educación y sanidad, venga pago milmillonario a Bankia, venga rescate europeo, venga subida de IVA e impuestos. Tranquilos, podréis beberos el mágico sudor de Iniesta cuando estemos sin sangre. Porque nos lo están quitando todo.

Probablemente ahora los que defendamos esta postura seremos unos aguafiestas o unos patéticos pesimistas. Bueno, también llamaban así a quiénes hace 10 años advertían de que la supuesta prosperidad económica y la burbuja inmobiliaria llevarían a una crisis brutal. Y, coño, resulta que tenían razón. ¿Casualidad?

domingo, 10 de junio de 2012

Veneno.

Quedan dos exámenes para terminar la primera convocatoria. Dos de seis, cuatro hechos y dejados atrás, de los cuales dos están inevitablemente suspendidos y quedan para segunda convocatoria. Cualquiera diría que no es un panorama alentador. Me suele pasar muy a menudo en esta época. Falta de autoestima, irritabilidad, impulsividad, algún que otro impulso violento, falta de confianza en cualquiera...

En cuanto al estrés se refiere tengo una mecha corta, muy corta. No entiendo cuando las cosas van mal, es como si el puzzle que te has esforzado en mantener se viniera abajo y no entiendes por qué. Simplemente un soplo de aire, que lo derriba todo y te deja con el beso de la impotencia en los labios. Tampoco es un panorama alentador.

No pido que nadie me entienda, porque la empatía no es una facultad común por aquí y porque mi carácter es más bien espinoso. Sólo os pido un poco de paciencia. Y que si alguien conoce una cura, que me la pase por privado.

Durante unos días no voy a poder confiar en nadie, voy a irritar a más de uno y probablemente haya alguna discusión. Es difícil confiar en quien te falló una o más veces, tengo una capacidad interesante para irritar a la gente y cuando se trata de herir no me quedo atrás. Pero sólo serán unos días.

Tranquilos, no saldré mucho.

sábado, 9 de junio de 2012



He pasado mi vida preguntándome qué vendrá después. De pequeño me asaltaban mis padres, sus amigos, los amigos de sus amigos, me agarraban de los mofletes como si fuera a llevárseme el viento y formulaban la pregunta del millón.

¿Qué quieres ser de mayor?

Pues no sé. ¿He de ser algo? Pues elijo algo con lo que disfrute. Elijo pintor, escritor, dibujante, abogado, médico, investigador, elijo algo que parezca divertido. Algo que encaje mi vida y que se me dé bien.
Diez años más tarde, de nuevo, la misma pregunta. ¿Qué quieres ser? ¿Letras? ¿Artes? ¿Ciencias? Elige, pero elige rápido, el curso termina, estás casi en bachiller. Tic, tac, tic, tac. Elige tu rama, tu profesión, elige un futuro, aunque acabes de cumplir los dieciséis años y no sepas ni qué coño se te da bien, elige algo divertido pero rentable, algo que te guste pero con futuro. No seas pintor, que eso no da dinero. No seas abogado, que de esos hay hasta debajo de las piedras. Gana dinero, sé importante, entra en el juego. Conviértete en lo que tus padres no fueron.
No queremos que trabajes en la granja o en el taller de coches, decían, has de llegar alto. ¿Alto? ¿Qué es llegar alto? ¿Cómo se mide la altitud en la vida?

No sabes cómo, pero ya estás en bachiller. Comes y cenas matemáticas, física, química, geografía, estudias algo que te importa una mierda. Algunas cosas son realmente útiles y te hacen crecer como persona, otras tantas no las vas a tener que utilizar en tu vida. Si tienes especial mala suerte, incluso te meterán una asignatura de Religión, para incrementar el surrealismo.

Dieciocho años. ¡Eres todo un adulto! Buscas un piso, con amigos, desconocidos, afables o capullos, quien sea. Entras en facultades que no habías pisado en tu vida con tu acento de pueblo y estudias cosas que no eran lo que esperabas. Empiezas a enterarte de cómo va el juego. Te das cuenta de que no es suficiente la carrera. Necesitas conocimiento de idiomas. Másters. Para postre quizás no estudias lo que te gusta. Te quedaste a un punto de entrar a Medicina, a Arquitectura, tus padres te convencieron para estudiar Derecho en lugar de Bellas Artes cuando dibujas desde los seis años y lo haces estupendamente. Estudia, mátate a estudiar, come y cena apuntes, métetelo todo dentro porque cuando termines has de ser el mejor. Has de tener más nota, has de tener más másters, has de entrar necesariamente en la dinámica de un mundo que ni te va ni te viene, en el que quizá te quedes en el paro porque alguien con menos titulación que tú pero más morro o enchufe entró en la empresa de papá, del tío o de su puta madre.

Y durante toda tu vida vivirás alienado, incapaz, pensando en qué coño hiciste mal cuando tienes dos, tres, cuatro asignaturas para septiembre o julio, cuando te repiten una y otra vez que al acabar la carrera sólo te espera el paro sientes que todo lo que estás construyendo es un jarrón de barro que alguien tirará al suelo, envuelto en una vida que no es la tuya, que ni te gusta ni la disfrutas, pero en la que vives porque no hay más remedio, porque es lo que hay, porque es lo que toca.

Y nos lo dicen los padres que no estudiaron por falta de dinero o porque tenían que cuidar de sus hermanos o entrar a trabajar a edades tempranas y dejarse el lomo, y luego a su primer hijo lo envolvieron de lino y seda, le daban la comida masticada para que no se atragantara, lo mantuvieron en burbujas de comodidad y luego pretendieron que en dos días aprendieran lo que es la vida, lo que es sufrir, lo que es trabajar. Esperaron de ti que te lo tomaras todo con una motivación superhumana cuando ni siquiera sabías qué coño hacías y por qué, sólo obedecías, sólo tomabas decisiones. Decisiones ciegas.

Y escupes, te quejas, sueltas fuego por la boca, pero de poco sirve. Porque el juego sigue adelante, y lo único que puedes hacer es jugar. O eso dicen.

martes, 5 de junio de 2012

Con sombrero de luna.


Cada cama me recuerda a ti. El lecho ruidoso y estrecho del piso en Valencia. La cama de mi casa en el pueblo, con la colcha azul sobre la que nos tumbábamos. Tu cama, donde he ido a buscarte tantas veces. Cualquier otra cama, donde podrías estar, siempre cerca, entre sábanas, rozando las pieles, la ropa ligera.
Diría que he perdido la cuenta de los días, pero no lo he hecho. La llevo anotada en mi cabeza.
Mentiría si dijera que ha sido perfecto, que no hemos dudado, que ha sido fácil y que no nos hemos llevado algunas cicatrices. Mentiría, pero no quiero hacerlo. Ha quedado atrás y si no nos ha matado significa que nos ha hecho más fuertes. O quizá no más fuertes, pero sí más sabios. Más conscientes. Más tú y yo. Significamos más, somos más, algo se estrecha más y se hace más sólido.

Me gustaba tu mirada. Un tópico de barrio, pero no deja de ser verdad. Esos ojos verdes, ese ven y bésame, ese bebamos hasta que amanezca y lleguemos a verlo. Creía que era persona de excesos, pero contigo lo he confirmado. Y eres el exceso que más me gusta. Me gusta cada parte de tu cuerpo que beso y toco con suavidad, me gusta cada risa que te arranco y cada abrazo que consigo robarte, me gustan los helados, los parques, las películas, las patatas fritas, las magdalenas, los apuntes esparcidos, el sudor del sexo veraniego, nuestros cuerpos entrelazados. Todo lo que somos, todo lo que significamos.

¿Sabes? He creído muchas cosas. Creí en tenerte un día. Creí en tenerte dos. Creí no haberte tenido nunca. Creí tenerte para siempre. Y creo que sabes en qué creo ahora.

Quizás desaparezca de tanto en tanto. Unos días. Nada importante. Unos pocos más. Pero no me perderás la pista, no dejaré que lo hagas. Haré que vayas tras mi rastro. Y cuando creas que me has encontrado te encontraré yo a ti. Y haremos lo que siempre hacemos. Eso que tanto te gusta.

Y alguno de esos días dejaremos de desaparecer, de ir arriba y abajo. Me verás, y sabrás que vengo para quedarme.

Que no se te olvide.

...un que sembli impossible que pugui acabar.


viernes, 1 de junio de 2012


Anoche no dormí. Media vuelta sobre las sábanas. Sudor. Apartar la manta, una brisa inexistente no corre. Sudor. Calor. Cuatro paredes y una oscuridad tan densa que me obligaba a mantener los ojos abiertos.
Tuve tiempo de sobra para pensar, digamos, horas y horas. Pensé en ti, en mí. Sobre todo pensé en mí. Pensé en mi cubo de basura, lleno hasta los topes. A veces la vida es tan sabia que te ahorra las alegorías plantándotelas en tus mismas narices.

Soy una parodia de mí mismo. Al tiempo que lo escribo la palabra parodia me parece pretenciosa. Demasiadas letras dedicadas a mí. No soy merecedor.

Soy un rastro de cenizas que esperaron al último día a ser llevadas por el viento, un manojo de culpas incubadas en un cuarto oscuro, una escoba hecha añicos que alguien dejó en el armario por si servía para limpiar cuando sabían que se rompería en manos del primer barrendero que pasara.

Soy ese pescador que se vanagloriaba de su valentía, diciendo que él siempre sería el último en abandonar el barco si el naufragio acechase. Sin embargo el pescador se sentaba a esperar, y durante el naufragio, durante el vocerío, durante la desesperación y el pánico y el agua salada y burbujeante a la altura de las rodillas se sentaba, no achicaba agua, no gritaba, ni siquiera mirada la brecha abierta como una obscena cicatriz en la quilla del barco, sólo decía: "Vamos a morir igualmente. ¿Por qué intentarlo?".
Y pese a ello el pescador parecía creer firmemente en que no abandonar el barco le confería alguna especie de superioridad moral, algo que le convertía en un centro de aquel mundo ahogador y de bravío oleaje durante unos minutos, o segundos, o para la eternidad. Al final fue pasto de los mismos peces que sus compañeros. Tan idiota como el resto, pero no más valiente. No más sabio. Y desde luego, no mejor.

Ni merezco el "soy" ni una primera persona, ni me he ganado la eternidad. Vengo del mismo polvo que todos y por mi propia mano me convertiré en un polvo inferior a aquél del que procedo. Porque no nos engañemos, el pescador no dejó de ser un ignorante incluso cuando el agua le llegaba por la nuca. ¿Seré yo distinto?

miércoles, 23 de mayo de 2012

267.

No vivo sólo del aire. No, la verdad es que no. A decir verdad, necesito poco para vivir. Me tapo con una fachada de complejo, cubro con una cortina de engranajes las dos ruedas que me mueven. Voy de mágico, de chulapo, raro, bésame y no me toques. Y de eso vivo. De ser la máscara, de alimentarla. Quizás porque mi cara nunca me ha gustado, siempre he visto unos labios demasiado gruesos, una nariz demasiada redonda, unas mejillas demasiado abultadas, un pelo extraño, áspero, indomable y feo. Aunque me quitaran el pan y el agua, susurré, no me quitéis la máscara. Porque no os gustará lo que veréis.

Hubo alguien que sí me vio. Y no sólo una vez. De hecho, me ha visto varias, lo sigue haciendo, y anhelo que vuelva a hacerlo. Quizás porque es la única persona con la cual no sólo me da miedo vivir sin máscara, sino que corro deprisa a quitármela.

Entraste aquí una vez. A este cuarto. El piso vacío, libre, silencioso. La cama hecha, el escritorio dejado tal cual me había ido la semana anterior. Dejé en la mesa el macuto que había cargado en el tren.
Libres. Solos.

Reaccionaste rápido. Apenas pude pestañear antes de que empezaras a comerme la boca. Te contesté, te besé mientras te agarraba la cintura y te atraía hacia mí. Un lengüetazo atravesó una línea en el proceso. Mis manos volaban sobre tu piel. Pasé a más. Deslicé casi sin que te dieras cuenta la boca a tu cuello, besé, chupé, describí con el labio la curva de tu hombro. Sabíamos lo que buscábamos.

Lo primero en caer fue tu camiseta, mientras otra cosa se levantaba rápidamente. Me maravillé. Te comí la boca incluso con más ganas. Las tuyas me empujaron a quitarme la ropa. Fueron tus manos las que se lanzaron a mi pantalón.

Antes de que me diera cuenta ya te había lanzado sobre la cama, nos apretábamos. Besé tu cuello. Descendí. Comí de tus tetas, aparté el sujetador, deteniéndome en cada una de ellas, mientras se te aceleraba la respiración, bajé, besé el ombligo, tanteé la parte superior de tus bragas. Seguí besando por encima de ellas, sintiéndote justo como quería.
Te las quité. Poco a poco. Poco a poco fui viendo, y me gustó lo que vi. Besé. Chupé. Jugué con la lengua, noté el calor y adoré sentirte. Adoré cogerte de las piernas y devorarte a conciencia. Adoré el orgasmo que te ascendió por la espalda, y adoré oírte.

Adoré bajarme los pantalones. La sensación de entrar, un beso apasionado, juntos, inseparables. Ardiendo unidos. De salir y volver a embestir, suave pero firme, rápido pero con ritmo. Un orgasmo que detuvo el tiempo y durante el cual en el mundo sólo estuvimos nosotros dos. Seguir, seguir un poco más, ascender, que nos temblaran las piernas. Correrme. Morir y resucitar en la sensación, en tu cuerpo, en ti.

Me maravillé con la desnudez, y alguien me dijo a la oreja que nos quedáramos así. Un rato más.

La máscara se quedó en el cajón. Y allí se queda, cada vez que vuelves.


miércoles, 16 de mayo de 2012

Somos esclavos atados por cadenas invisibles. Cadenas que nosotros mismos creamos y forjamos día a día, con eslabones tan resistentes como el metal más duro conocido. Y una vez nos movemos un poco en el cubil nos damos cuenta de que estamos atrapados. De que la libertad pasa a ser una cruel fábula.
Muchas veces llevamos una de las peores cadenas en nuestras propias muñecas, cadenas con manecillas o números digitales, un torrente de tictacs que portamos con nosotros. El tiempo es la peor cadena.

Algunos no podemos dejar de suscribir el viejo dicho de que el tiempo es oro. De que se escurre por el orificio de la clepsidra como granos de arena, de que cada minuto más es un minuto menos y que ello convierte los momentos en únicos, sí, pero también en irrecuperables.

Hay simplemente demasiado que hacer. Vivimos atenazados por trabajos, estudios, salud, mentiras y tonterías sin pensar que el final se acerca. Quizás en ochenta años, quizás mañana. Sólo el azar lo sabe, y probablemente no lo tenga del todo claro.

Sudamos sangre por encontrar el momento adecuado, por aprovecharlo, esperamos a que llegue, perdemos tiempo, tiempo que nunca ganaremos otra vez. Una y otra cadena nos ata al suelo.

Sólo podemos ser juiciosos, aprender y no errar los tiros. Y si los erramos, no fallar por segunda vez. Porque la gente perdona, pero el tiempo no lo hará. Suerte.

martes, 8 de mayo de 2012

Delirio.



Imagina que de repente todo desaparece. Imagina que cada pared, cada puerta, cada ventana, cada cosa a tu alrededor, todo lo que tocas, sientes, ves, hueles, se hace añicos y despiertas en una nada absoluta. Imagina que todo pasa a ser relativo, no imperceptible pero sí innecesario, fútil, vano y despreciable. Imagina que todo aquello que creías verdad deja de serlo, imagina perder ese miedo que te ha atenazado toda la vida en cadenas de ébano y te ha quemado la piel por dentro. Imagina algo nuevo, libre, imagínate, más fuerte que nunca, despojado de todo, imagínate loco, chalado, desnudo de cualquier rastro de humanidad, imagínate en una nada sin fin, sin laberintos, sin rocas, sin trampas ni faroles. Imagina que vieras todos los engaños, imagínate pieles y corazones imposibles de herir.


Imagina una vida sin muerte, imagina que la moneda dejara de tener dos caras. Imagínate un mundo tan relativo que pasa a ser completamente absoluto, polar, abandona el negro, sólo existe un blanco cegador.
Imagínate. Hermoso, por fin. Libre, por fin. Solo, por fin. Tú, por fin, solamente tú. En la nada.

sábado, 5 de mayo de 2012

Agente doble.

Tengo dos caras. La de la ira y la del amor. Dos caras llevo siempre puestas, y por ello me reconoceréis. La cara de la calma, la pereza, tumbarse y que el tiempo pase mientras me mantengo al margen. La cara de la prisa, la del maníaco, el estrés, las obsesiones, los hilos de hierro que atan todo aquello que toco.
La cara del amor, de esos besos que poco a poco quedan atrás, de las caricias, de la sonrisa estúpida dibujada en mi cara. La cara de la ira, el ceño fruncido, las miradas que carbonizan montañas, la rabia, la impotencia.
La cara de la compañía, sentirme parte de algo, la gente, su calor, el afecto, el entrechocar de las jarras de cerveza, la risa en el nacer de la garganta, siempre a punto de salir, el abrazo de amigo, el "esto hay que repetirlo"; la cara de la soledad, de sentirme el agujero del culo del mundo, de la desolación y el hundirse lentamente sin manos cercanas a las que agarrarse, de sentir que vas en contra de ti mismo estando solo y ese mero hecho sea más de lo que puedes soportar.

Las dos caras, la moneda que gira y cae a cara o cruz en una apuesta a todo o nada, la dualidad inherente a mí, las dos partes de mi alma resquebrajada y usada por demasiado tiempo. La tragicomedia dual que no tiene telón de principio ni de final. Y nunca lo tendrá.
El sol da paso a la luna, comienza la noche, la cara luminosa desaparece y aparece la oscura.

Bienvenidos al baile de máscaras.

domingo, 22 de abril de 2012

El balance

Si alguna vez me habéis visto ir de perfecto, cruzadme la cara de un puñetazo, me lo he ganado. Si el concepto de decente me resulta ajeno, el de perfecto me resulta tan lejano como la luna a un perro callejero. La perfección me habría ahorrado muchas cosas, muchos engaños, fallos, nervios, frustraciones y destrozos varios. También me habría vetado el camino a aprender de lo fallido, a tener el ojo puesto donde debo y mantener las esperanzas en su medida justa. Pero aún así, aprendiendo, no dejo de ver que soy mucho menos de lo que debería.

Soy egoísta, neurótico, temo a la soledad, soy inconstante, propenso a volverme adicto, mi autoestima siempre está pichí pichá, me aburro rápido de las cosas y mi humor es a veces una montaña rusa. Intento pulir los defectos cada día, pero ahí están, y quién me conozca los notará.
Siempre hay a quien no le importan mis defectos y que sé que estará ahí siempre, o casi, pero ni tan sólo eso me quita el miedo, el miedo de seguir toda mi vida limitado por mí mismo, por mis pocas luces y mi falta de visión y ambición.

Quiero hacerme una promesa a mí mismo, y mantenerla en vilo, en alto, como un juramento irrompible. No quiero alzar el vuelo del día a la mañana, porque no puedo. No soy un halcón. Pero puedo ser una hormiga e ir construyéndome. Lentamente, día a día. Abriendo túneles nuevos. Sorteando obstáculos. Hacerme tan completo como pueda.

Traedle un trampolín, el perro callejero quiere tocar la luna.

sábado, 14 de abril de 2012

rawr

Días como estos. Días de risas, de besos, de trenes, madrugones, cocinar lomo a medianoche, empacharse al comer y sestear, tweets, miradas cómplices, pijamas de Superman, bragas de Batman, roces de piel, orgasmos, revolcones continuos, sábanas con migas de papas de bolsa, rastas que me arañan la cara, abrazos, oír un "enxoxaaaats" de fondo, reír juntos y volver a empezar.

Di lo que quieras, di que me ganas en Apalabrados, di que pierdes, la batalla que importa ya la hemos ganado. Los dos.

Grazie.

viernes, 6 de abril de 2012

mehmehmeh

Hay veces en tu vida en que pierdes pie y caes rodando por una ladera hasta llegar al río de la apatía. Allí la corriente te lleva, te sumerge, te llena de agua los pulmones y aunque al principio luchas terminas dejándote llevar, tomándolo por inevitable.
Si hay un campeonato de apatía tengo por seguro que podría optar a candidato. Suena pesimista, pero no me suele salir todo bien, ni como querría, y en muchos casos aunque salga como quería el resultado me sabe a poco. Como cuando rebuscas en la nevera y sólo te han dejado la punta de la tableta de chocolate.

Juro que me gustaría acabar con ello. No hay varita mágica para esto, pero me gustaría saber que hay quien cuenta conmigo, que hay vida más allá del aburrimiento, que existen reinos de diversión que pueden sacarme de estar tirado en la cama. Espero que creer esto no sea un exceso de fe.

Una invitación no estaría de más, ni mucho menos ideas nuevas, refrescantes, algo accesible y divertido, unos días sabáticos, lejos, lo más lejos posible.

Un truco que me lleve a donde nunca suelo llegar.

viernes, 30 de marzo de 2012

Moraleja


Frecuentemente se dice que las personas muestran sus verdaderos rostros cuando la adversidad acecha. Esto, amigos, es una verdad como un templo.
Todo bicho viviente, llegado cierto tiempo, encuentra a otros bichos. Compartís afinidades, os reís un par de veces y ya creéis llevaros bien. En algunos casos os conoceís desde que sois larvas y el lazo se vuelve bastante estrecho.
Los llamas amigos. A las personas como yo nos cuesta mucho considerar a alguien "amigo", y no es una palabra que se pueda usar al azar. Amigo es quien ha soportado viento y marea a tu lado, quien te ha visto llorar y a quien has visto llorar. No es un título que se entregue al azar.

En ese grupo de amigos, siéndolo unos más que otros, llega, como no podría ser de otra forma, la adversidad. Un problemilla, un inconveniente, una brecha en el tejido de la rutina que como bien predijo Murphy llega justo cuando tienes el culo bien asentado en la silla y por fin te sientes en armonía con el universo.
Un problema. Bien, afrontémoslo, vayamos codo con codo juntos y colaboremos para solucionarlo. El problema se subraya cuando es precisamente uno de tus amigos el causante. Aún así, no tiene por qué llegar a holocausto. Se puede hablar.
¿Qué ocurre, pues, cuando el susodicho se niega a solucionarlo? Algo no va del todo bien. La simple lógica dicta que si todo estaba bien y de golpe y porrazo pasa a estar mal por algo que tú has hecho, la culpa es tuya, ergo, si no quieres arriesgarte al desprecio unánime del grupo deberías solucionarlo.

Reconozco que tengo mal genio, pero ante estas situaciones intento echar mano de una dosis de horchata en sangre. Soy de los que creen que todo problema tiene arreglo por peliagudo que parezca. Pero cuando el mismo causante no colabora...¡tenemos escalera!
Y cuando se parte el grupo en dos, a favor y en contra del causante...¡tenemos póker!
Hablas y hablas, los chats entran en ebullición, usas todos tus argumentos, intentas por activa y por pasiva, metes alguna amenaza sutil entre las líneas de buena educación, y... NADA.
Resulta que tus amigos se niegan a entenderte.
Resulta que la culpa, después de haber estado sufriendo por culpa de un cambio desencadenado por ellos, es TUYA.
Resulta que para ellos vales tan poco que reconocer el error (ya ni hablemos de enmendarlo) es un coste demasiado caro.

Te cagas en Hobbes por haber tenido tanta razón en sus ensayos y tiras la toalla. Au revoir, arrivederci, sayonara. Caes en la cuenta de que amigos era un epíteto poco apropiado. Los verdaderos amigos son los que durante la criba han movido un dedo por ti, no los que no.

Moraleja: júntate con quien te apoye y por quien valga la pena pasarlo mal, porque sabes que ante la adversidad reaccionarán como es debido. A todos los demás, tenlos por lo que son. No por otra cosa.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Quit




Suficiente con apagar la música para sumir la habitación en el silencio. Suena a lo lejos la tele desde el comedor, y el único ruido que puedes captar es el ruido del ventilador del portátil y el zumbido leve del halógeno.
Todo el día leyendo, en el móvil, en el ordenador, en los apuntes, las letras remezclándose en un contenedor de memoria que mi mente desechará, como tantas otras veces.
Me duele la cabeza por mirar a la pantalla. Una migraña sorda y leve, aun molesta, rascándome la parte de arriba de la nuca.
Problemas, discusiones, chorradas que parecen ya casi inexistentes a estas horas de la noche. Solo quieres dormir, adelantar, el tiempo, despertar a un nuevo día.
Bostezas y das un pequeño repaso rápido en tu cabeza a cada conversación del día, cada tic de Whatsapp, cada tweet, cada mensaje de Tuenti, intenciones, sentimientos, frustraciones, rencillas, odios, sensaciones plasmadas en caracteres que te ha tocado recoger, como un heraldo moderno con móvil e Internet.
Escribes una entrada más, como en un diario, apenas intentas que sea hermosa, sólo pretendes dejar constancia. De qué quizás lo mismo que hace que hoy sea un día más lo convierte en un día especial. ¿Especial? Puede. Como tantos otros.
Echas de menos muchas cosas en ese momento. Muchas. Pero la que más añoras, sin duda, es la almohada. La migraña y el lento descender de los párpados te guían a ella.

Buenas noches.

viernes, 23 de marzo de 2012

Digamos acelerado. Sí, quédate con esa palabra.
Es culpa de la droga. Sí, llaman a tu puerta, te dicen, estamos en el cuarto. ¿Quieres un poco?
Tu cerebro dice: "No tengo nada mejor que hacer". Tu miembro viril dice: "Yo tampoco a menos que abras esa carpeta que tienes guardada yatusabesdónde". Suspiras, sí, ahora voy.
Entras y te sientas. ¿Qué coño estáis tomando? Prueba un poco, es una delicia. No, no es nada duro. No somos yonquis.
Te tienden ante las narices un bastón de fuego. Lo tomas por la puntita y te lo llevas a las fauces. Devoras la primera calada como el primer llanto de un bebé, con ganas, ávido.
Desploman polvo sobre la carátula de un CD, el plástico brilla a la luz de la lampara espolvoreado de blanco hueso.
No, no es cocaína. Es algo recreativo, menos ofensivo, juguetón. Un dado trucado. 
Entra por el orificio nasal, pica un poquito. Deja regusto a pica-pica de quiosco en tu paladar y un enjambre de sensaciones al pasar a la sangre.
Pupilas dilatadas ligeramente, que crecen conforme la droga alcanza su culmen. Boca seca, bebo agua. Luego cerveza. Se termina. ¿Agua otra vez? ¿Soy un dromedario? En fin.
Hablas, y quieres seguir hablando. Hablas de una escena incómoda, quieres saber el final, de repente alguien corta el rollo y planea un superdíafiestachachipiruli de drogas y música. Dices: "GUAY, pero contad la historia, es la 1214143º vez que cambias de tema". En fin. Repito palabras. Me expreso con coletillas que bailan agarradas sobre mi discurso. Hablas de sexo, cómo no, el tema central de la vida humana. Un par de anécdotas entrelazadas con un "me gusta..." y el consiguiente lugar/zona erógena/postura/etc. fluye por encima del aire. Nos quedamos mirando cómo se mezcla con el humo de las colillas y asciende al Olimpo de escayola que es el techo.
Y se van, te dejan solo, y dices, me encierro. Hablas, no está, dónde está, se ha dormido, mierda, hola, qué tal, no, a ése no le hablo, ¿por qué lo tengo agregado? fuera.
Terminas escribiendo basura que sólo apreciaría alguien en tu mismo estado mental. Aprietas los labios y terminas, con un saltito de ballet de tus dedos de tecla a tecla, escribes FIN, apagas y duermes.

lunes, 19 de marzo de 2012

R de revancha.

Apenas habías subido al tren cuando te eché una última mirada y empecé a caminar por el andén. Cada uno de vuelta a casa. La estación bullía de actividad, personas llevando maletas de camino a destinos separados, diferentes, quizá cruzados y revueltos, cada uno tomando su ruta por su lado.

El centro hierve con olor de sudor, churros y estruendo de pirotecnia. Recuerdo la tarde anterior y el tacto reseco del césped del parque mientras apoyaba mi cabeza en tus piernas. Recuerdo el tacto de tu piel y tu sabor en mi boca.
Un destello de melancolía cruza mi cabeza aunque sé que te veré pronto, muy pronto. Un reencuentro súbito con tu cuerpo y tu mente, con aquel baile de miradas, manos que aferran con ansia al otro y sexo que dura horas intensas como rojo fuego. Lenguas que danzan suavemente, besos largos, desnudez y abrazos nocturnos bajo las sábanas. Un desfile de sensaciones, noches que se me quedan grabadas y que me arrancan una sonrisa al día siguiente aunque no haya dormido nada, me duela la espalda y los labios se me sequen.

Recuerdo cada andén donde me he despedido, cada tren en el que te he visto subir, cada ir y venir entre risas y besos cómplices, del pueblo a la ciudad, por la ciudad misma, por el pueblo mismo. Tantas calles, tantas copas, tantas camas, tantos orgasmos. Esbozar dibujos de placer en tu piel y arrancar gemidos con la lengua. Todo aquello prohibido, olvidado y vuelto a recordar, todas esas cosas tachadas de la lista o pendientes para el próximo encuentro.

Todo el juego que nunca termina y que no quiero que termine, todo el hecho, el fenómeno, el efecto de los dos, tu voz diciéndome a la oreja lo que quiero oír, mi voz contestándote y tus labios curvándose en una sonrisa.

Y me repito que nunca es un adiós, sino un hasta luego.

martes, 13 de marzo de 2012

Adelante y atrás.

Imaginad un péndulo. Una soga sosteniendo un peso de masa indefinida, que se balancea con parsimonia y se columpia sobre el suelo dibujando curvas en el aire, con monotonía.
Adelante y atrás, apenas modificando el rumbo, sólo volviendo a subir...bajando...y ascendiendo de nuevo, en una ruta que empieza pero no acaba, siempre igual.

Es nuestra vida, mi vida, la tuya. Es una hoja de ruta casi totalmente prefijada, un guión que predice cada acto, un oráculo del siguiente movimiento. Todo lo que ocurra volverá a ocurrir, igual que el péndulo sube y, tras bajar, sube de nuevo y regresa. Apenas unos centímetros diferencian la anterior ruta de la presente. ¿Son unos centímetros suficientes para cambiar un destino?

Das importancia a tus capacidades, a tu fuerza, a tu perseverencia, rechazas el determinismo de todo esto. ¿Realmente eres tan fuerte? ¿Realmente puedes cambiar? ¿Puedes hacer que el mundo cambie? ¿O te dejarás llevar, sumido por el balanceo, la repetición, la constancia de los hechos?

Hagamos una apuesta.


martes, 6 de marzo de 2012

Los tres primeros párrafos.


Todas las noches. Es algo constante, invariable, fijo como un obstáculo pesado e imposible de mover. Un acontecimiento prefijado, siempre en el mismo orden y de la misma forma. Constante, inefable. Tan irreal y desconocido como el vacío. Y sin embargo se me antoja imposiblemente familiar.

La hierba, alta, verde, húmeda del clima atlántico recorta una silueta de sierra contra el cielo nublado. Los dólmenes, piedras musgosas y ciclópeas, más viejas que el tiempo y quizás que la humanidad que las arrancó de la montaña, se enclavan en el suelo pleno de barro como vigías del horizonte y testigos del delirio que desfila ante mis ojos. Tras ello, como si fueran fotogramas de una película, cambia la imagen, acude la oscuridad como un súbito telón, un pantallazo negro. Y de ella emerge un pilar de luz vertical, venida de alguna parte. La luz toma tierra en un suelo rocoso, desnudo y escarpado, engalanado por un pedestal, de cuyo tórax nace una máquina. Dos brazos artificiales de algún metal indeterminado abrazan la luz que cae lentamente sobre ellos, cubriendo a su vez una especie de tarro dorado que gira con parsimonia, cual centenaria caja de música dejando adivinar parte de los engranajes, los cables, la maquinaria que mantiene todo esto en funcionamiento, las venas y arterias de la criatura, instituyendo un equilibrio que sin embargo no me sugiere nada más que un horror indecible. El equilibrio del terror.

Todo se torna borroso. Vuelves a la hierba y por un segundo hueles la hierba mojada. Llueve y sigues allí, pero la visión se tambalea y tu mente te hace regresar. 

sábado, 25 de febrero de 2012




Encerrado entre cuatro paredes me asediaba una y otra vez el deseo imperecedero de hacer algo. Proyectos y más proyectos, algo que hacer, un cuenco donde ir a derramar mi potencial, un "estuve aquí" infinito, un regalo a la vida y a la suerte que a veces me abriga y a veces me destapa.
No supe llevar a buen puerto ninguno de los barcos, y como mal marinero no supe sino lamentarme. Perdí brújula y mapas sin ver que no era el mar el lugar donde había de ir a parar.

Y me lo pensé mejor. Algo se me tenía que dar bien, algo. Si no podía detener todo el mal, si no podía acabar nada, debía de haber un objetivo que pudiese llevar a cabo, culminar, bordar una tarea dejada a medias.
No sabía qué era, ni siquiera pude llegar a imaginarlo. No hasta que te vi como te veo ahora.

Mi vida ha sido un sinfín de laberintos engañosos y azares poco agradecidos. Rompecabezas a medio terminar, mesas cojas y sillas que se rompían al sentarse. Nunca supe encajar las piezas, pulir los engranajes, moldear bien la argamasa o atornillar bien las patas. Pero contigo fue distinto. Muy distinto. Contigo se me daba bien.
Se me dan bien tus sonrisas. Se me da bien mirarte y que me mires. Se me da bien tocarte, hacer que se te acelere la respiración y las pupilas se te dilaten, se me da bien abrazarte y darte calor cuando ni siquiera yo recuerdo lo que es estar caliente. Y me siento bien, y todo parece en orden por única vez.

Y es curioso, porque algo tan obvio lo he tenido delante no poco tiempo y no he sabido o no he podido verlo como debía haberlo visto desde el principio. Y con la claridad presente todo resulta mucho más nítido. Y ahora sé que tú eres mi proyecto. Tú eres la fuente de mi potencial y lo único que puede hacerlo aflorar. Eres más de lo que pareces y más de lo que ha sabido ver.

Y si fuiste distinta en todo también lo serás en esto. Porque a este proyecto no hay posibilidad de renuncia. Ni pasos atrás, ni rendición admisible. Sólo hay un deseo imposible de apagar de que no exista fin ni epílogo a este proyecto.
De que mis manos sigan esculpiéndote y tus ojos sigan pintándome.

viernes, 17 de febrero de 2012

Estar vivo cansa.

No puedo dejar de preguntarme y de estrangularme con la misma pregunta: ¿en qué momento empecé a ser así? ¿En qué momento mi vida se volvió tan aburrida, tan insípida, tan falta de sentido? ¿En qué momento empecé a quedarme en casa en lugar de salir, a vaguear en lugar de hacer las cosas que me gustan y me aportan orgullo, a quedarme solo en lugar de estar a tu lado?

Ni tan sólo sabría decir cuánto tiempo llevo sumido en esta repugnante monotonía, en esta espiral descendente de aburrimiento que me ahoga y me hace sentir totalmente impotente. ¿Cuándo os volvisteis aburridos y decidisteis dejar de hacer locuras, de volver a casa a las tantas, de beber hasta hartarnos, de buscar la diversión y los buenos ratos? ¿O siempre habéis sido así, y soy yo el ciego?

Siempre falla algo, siempre. Cada vez que parece que todo encaja, algún engranaje se suelta de la máquina y es imposible ponerlo en marcha. Eso con suerte; lo más común es que TODO deje de funcionar.

Y da igual gritar, da igual enfadarse, echarle las culpas a unos o a otros, que te recriminen que eres un rayado de la vida, un inconformista, un hipersensible, un pesado. Lo mismo da, porque nada va a cambiar. Ni tú vas a dejar de abandonarme cuando te necesite, ni vosotros me acompañaréis a emborracharme cuando desconectar sea lo único que quiera, ni vosotros vais a permitirme que me divierta, ni que sea como quiera ser, ni que haga lo que quiero hacer.

Sólo dejaréis que beba de este sentimiento, de esta impotencia, de esta sensación de inutilidad, hasta que muera.

Muchas gracias, hijos de puta.

sábado, 11 de febrero de 2012

dontforget

Tenemos una extraña tendencia a creernos invencibles. Cuando todo parece ir bien, cuando sientes el control sobre todo cuanto te rodea, cuando cada cosa parece encajar en el gran rompecabezas de la vida. Es como si la prudencia se convirtiera en un mero y prescindible accesorio, nada importante, nada que fuera a salvarte la vida en momentos de duda o peligro. Si nada puede dañarte, si no puedes morir, ¿para qué ser cuidadoso?

Os confesaré algo. Soy invencible. Sí, lo soy. Puedes destrozarme físicamente, y me curaré. Puedes machacar mi psique y mi autoestima, y seguiré en pie. Puedes dejarme solo, abandonado en mitad del invierno, y conseguiré salir de la ventisca. Porque sé que puedo con todo ello.

No es eso lo que me aterra. Me aterra quedarme cojo de por vida si me destrozas. Me aterra convertirme en un neurótico sin autoestima ni seguridad psicológica alguna. Me da pánico ser un solitario incapaz de confiar en quien me tienda la mano.
El proceso es temporal, finito, pasajero, pero las consecuencias pueden ser vitalicias. Es eso lo que no quiero ser. Soy consciente de cada tara que me marca, de cada palabra insultante que he dicho, de cada mala cara o gesto de desprecio que ha esbozado mi rostro, pero también soy consciente de que no quisiera arrastrar todo ello durante toda mi vida.

Quisiera llegar a ser mejor de lo que soy en un futuro. Llamadlo mi proyecto, mi iluso proyecto, que quizás llegue a buen puerto o quizás no. Pero es lo único en lo que puedo confiar a veces. Que la tormenta terminará. Que las nubes se irán. Que no me dejarás solo.

sábado, 28 de enero de 2012

La tara.


¿Cuántas veces me habré repetido a mí mismo que soy lo más imperfecto de este mundo?
Nadie espera ser perfecto, nadie aspira realmente a esa quimera inalcanzable que es la perfección. Un ser libre de fallos, inmaculado, con una vida placentera y equilibrada. Tal meta no sólo es imposible sinó que resultaría aburrida a un humano normal.
El problema es que de tan acostumbrados que estamos a la imperfección, nos quedamos en ella. No aspiramos a la superación, a progresar, a hacer un día mejor que el anterior. No, simplemente nos quedamos sentados, apáticos, rechazamos las oportunidades y nos extrañamos cuando alguien nos dice que lo hemos hecho mal. ¿Por qué es mi culpa hacerlo mal? Soy así. Soy imperfecto, manco, falto de aptitudes, sobrado de taras.
Resulta repugnante. Sufrimos un diseño lleno de fallos, como si Dios el programador hubiese dejado las puertas abiertas a las cartas de reclamación. Como si cada vez que intentas mentalizarte para dar lo mejor de ti algo te anclara a la comodidad, a la mediocridad, a resistirte a avanzar.
Como si en la vida todo fueran cruces a nuestras espaldas y nadie nos diera la mano para ayudarnos a arrastrarlas.

miércoles, 25 de enero de 2012

Paleta de colores.

El calendario marca un período distinto. Al final terminamos el mes de exámenes, el fin de la coacción, de mendigar tiempo libre, de presión académica. Llega la libertad, un nuevo set de días a tachar, una nueva partida que jugar. No extrañaría a nadie que esto terminara en tablas, con las piezas desperdigadas y la pereza como reina del cotarro. Pero no, no pienso permitirlo.
Me he planteado dar una vuelta de tuerca. Arrancar un clavo de la cruz. Recoger aquellos viejos papeles, los miles de bocetos, los manuscritos, las historias a medio acabar, aquel pequeño universo que esbocé una vez e hice mío, convertirlo en mi pequeña ofrenda al mundo, mi David, mi Capilla Sixtina, dejar gotear algo de mi escaso talento en una botella e intentar hacerlo bullir.
He llevado una vida inconstante. Podría haber escrito muchas historias, dibujar otras tantas, podría haber hecho algo. Aunque sólo fuera testimonial: es el hecho de empezar y terminar algo, una antorcha en el camino, un "he estado aquí".

Tengo la obsesión de dejar huella y creo que es el momento propicio. Quizás sea una pequeña huella, el agujero minúsculo que deja una hormiga al pasar, pero es mi huella. Y el orgullo que ella me dé no me la dará nadie.

Vamos a desempolvar las herramientas, hay una historia que construir.

domingo, 22 de enero de 2012

Frío. Ni una sola gota de sangre en la punta de los dedos, que se tornan gélidos y quebradizos. Una sensación que destempla cada palmo de tu cuerpo y te aplasta como una losa. Una condena sin llave que la abra, un sentimiento de soledad inexpugnable, un deseo incumplido de gritar hasta que tu garganta sangre. Una cuerda en el cuello que te cuelga del techo y te deja morir en una sala vacía.

Una defunción solitaria, simple, sin luto ni repercusión. Un telón corrido que nadie verá.

glugluglu

Perdí hace tiempo la cuenta de las veces que me he quedado estancado. Como si casi sin darte cuenta te metieras en un pozo de barro y cada paso te sumergiera más y más, hasta que las arcillas te llegaran al cuello y apenas tu cabeza quedara fuera del cieno apestoso.
No siempre es fácil salir. A veces puedes calmarte y salir tú mismo, otras pueden echarte una cuerda desde afuera, otras simplemente te quedarás flotando, quieto, hasta morir de inanición. En otras te sumergirás completamente y sufrirás un hediondo paro cardiorrespiratorio.

Sí, se puede. Siempre he creído (aunque luego me vea incapaz de aplicármelo) que cada momento de peligro, crisis, cada piedra en el camino viene acompañado de una sana oportunidad por renovarse, hacer las cosas bien, sortear el obstáculo e incluso salir fortalecido. La teoría, como de costumbre, resulta fácil. La práctica...

En cuántas ocasiones me habré sentido como una mierda, tirado en casa perdiendo un tiempo precioso, sin hacer absolutamente nada, dejando pasar miles y miles de ocasiones que podrían haberme hecho feliz durante un dorado segundo y no lo hicieron. Muchas veces he pensado que de mis 19 años 18 son tiempo perdido, y no estaría tan lejos de la realidad.

¿Qué hacer? Cada caso es completamente distinto. Cada uno conoce sus puntos fuertes y débiles, y si no lo hace, nunca es tarde para conocerse a uno mismo. Averiguar qué hiciste mal y ver en qué puedes hacerlo bien a partir de ahora.

Quizás funcione, quizás no. Pero intentarlo es mejor que ahogarse, ¿no?

jueves, 19 de enero de 2012

No creo que esperéis los días que se acercan. No creo que estéis viendo la mancha que se extiende por las ciudades que creéis dominar, por las redes que creéis controlar, por los corazones de la gente cuya boca creéis sellada a cal y canto.
Tampoco creo que os veáis venir vuestro nuevo orden mundial hecho pedazos, vuestra hermosas leyes que violan nuestros derechos inherentes ardiendo en nuestras manos, ni todas aquellas verdades que intentáis tapar circulando fuera de vuestro alcance, surgiendo de las bocas de cientos de miles de gargantas, taladrando vuestros paredes y vuestros sesos.
No creo en vuestro remordimiento. Ni en vuestra pretendida y tan vendida simpatía. Creo en lo que habéis demostrado todas las veces que os hemos pedido ayuda, auxilio o cambio: que sois escoria.

Vuestra existencia insulta todo aquello que es noble y verdadero. Vuestros actos contaminan cada cosa que decís defender. Nos arrebatáis libertades, nos etiquetáis como terroristas cuando sólo nos defendemos, nos encarceláis cuando damos la cara por todo lo que una vez fue nuestro. La vergüenza y la moral son tan desconocidas para vosotros como la piedad con aquellos a quienes pretendéis gobernar.

Lo que se acerca no será por mí, ni por ti, ni por ningún individuo. Será todo el gentío que está harto de vosotros. Los millones de ciudadanos que buscan restablecer su statu quo como personas. Y nadie imagina las ganas que tengo de que vuestros cristales se rompan, de que vuestro poder se despedace como la cerámica al estallar contra el suelo, de que pidáis perdón por el momento en que creisteis poder atarnos como perros a una estaca y que nos quedáramos correteando con impotencia.

Se aproxima el principio del fin. Todo lo que hagáis a partir de ahora sólo contribuirá a acelerarlo.

martes, 17 de enero de 2012

Salgo de tu casa y afuera diluvia. No esperaba un aguacero tan grande, aunque el pronóstico estaba claro. Me arropo en la cazadora y cruzo a zancadas la calle, cubriéndome bajo las cornisas. Mi cuerpo sigue caliente por lo que pasar frío es imposible.
Las gotas se deslizan por las fachadas, surcan el aire en un último vuelo triunfal y se estrellan en la superficie de los charcos, que se contraen y se deshacen en ondas. Corro para llegar al coche sin mojarme, algo casi imposible. Me calo en segundos. Un hombre busca la farmacia de guardia. Se lo indico con dos frases cortas y sigo, con más agua que plástico en la cazadora.
Salto un charco, evito el barro y entro al coche. Sudo un poco. Afuera parece haber estallado una guerra entre nubes, los rayos son sus cañones y las gotas de lluvia sus balas. Pero bajo techo todo se ve distinto. Como un verdadero espectáculo.
Arranco el motor, suena Noel Gallagher. Vuelvo a casa sonriente.

domingo, 15 de enero de 2012

icemind

Llegados a cierto punto se empieza a considerar la derrota como una alternativa plausible. Quizás al ver todo en tu contra tu mundo se vuelve más pequeño, más acorralado, más consciente de toda la hostilidad que puede llegar a rodearte, y, en cierto modo, más realista.
Sabemos desde el principio que nada es tan bonito como lo pintan. Ni estudiar es un camino de rosas, ni el amor una novela romántica, ni se ha inventado un alcohol que no te deje la lengua como una esponja seca a la mañana siguiente.
A pesar de ello nos encabezamos en seguir adelante, lo intentamos una y otra vez, y como no puede ser de otra forma, fallamos. Caemos. Nos dejamos la piel de las rodillas contra el asfalto y las lágrimas nos dejan marca en las mejillas. Los pulmones se te llenan de tanto humo que no puedes ni respirar. Pero las rodillas se curan, las lágrimas se secan y el humo acaba saliendo y alza el vuelo como un cuervo gris.

¿Existe una batalla imposible de ganar, algo que nunca puedas conseguir? Es posible. Se dice a menudo que aunque perdamos esta batalla, ganaremos la guerra. Pero si piensas un poco, en toda guerra existen vencedores y vencidos.
Reza para no ser de los segundos.

viernes, 13 de enero de 2012

Torres de Manhattan con qperii


Ahí estaba de plantón, esa chica a la que tanto quería y ahora lloraba desconsolada, me miraba, no con odio, en su mirada solo percibía una enorme sensación de vacío, de rabia por no poder hacer nada…

Mi interior era un gigantesco témpano helado. Era como si no pudiera ya sentir nada más que una extraña pena, una sensación alienante, como si yo no estuviera allí frente a ella viendo sus lágrimas resbalar por sus mejillas, como si estuviera lejos, ajeno a todo aquello, incapaz de comprender por qué lloraba. Como si aquello ya no fuese conmigo.

Salí de la habitación intentando comprender qué había pasado, cómo habíamos llegado a este punto, en qué momento dejé de admirarte, de quererte… Sólo podía pensar en que otra vez todo había ido estúpidamente mal por mi culpa. Iba dando pasos hacia la salida mientras escuchaba tus llantos, no pude contenerme y volví a la habitación a intentar consolarte.

Mientras te abrazaba y te sentía temblorosa y sollozante contra mis brazos, no podía dejar de ser terriblemente consciente de un hecho: esto era un final. Nada volvería a ser como antes. No podía sentir lo que tú sentías ni ansiar lo que tú ansiabas en aquel momento. Mi camino se había separado del tuyo demasiado tiempo antes como para que se volvieran a unir.

Decidí marcharme, total, allí ya no podía hacer nada más que daño, me odio a mí mismo por hacerte daño, yo pienso que es lo mejor, aunque tú pienses que soy un ser despreciable en ese momento,  no hay nada que me duela más… Bajo las escaleras y las lágrimas empiezan a inundar los ojos. Cierro la puerta del portal y empiezo a correr, como si no hubiera mañana, como si no me importara hoy…

Corro sin parar, notando mis piernas arder, como si dejara atrás todo aquello que quiero abandonar en la cuneta de mi vida, como si en mi mente retumbara a gritos la orden de alejarme, de irme allí donde nada de esto pudiera seguirme, donde nadie me conociera y donde remordimiento sólo fuese una palabra.

Tropiezo. Me sangran las manos, aprieto los puños, me levanto y me siento, en mis músculos tensos noto que quizás todo esto sea un enorme error, una simple crisis… Tengo que calmarme pienso, ir a casa y ducharme, cenar y dormir un poco. Cojo un taxi, en el transcurso del viaje no dejo de observar por la ventana un gris paisaje de ciudad que acompaña mi estado de ánimo. Ya en casa me ducho, pero no ceno, al abrir la nevera la cerveza se ilumina como un cartel de neón de un puticlub de la autopista.

Abro la cerveza y el gas chisporrotea al escapar, sonando como el disparo de salida de una noche que se antojaba larga y solitaria. Y llena de droga en sangre.

Alcohol, mi analgésico preferido. Eché un largo trago y la cerveza entró a chorro en mi garganta, como tantos millones de veces antes. Rebusqué en mis cajones en busca de drogas. El hachís parecía el compañero de baile perfecto. Lié un porro y lo aproximé a los labios. Las caladas y los tragos se alternaban a intervalos irregulares, alejándome de la culpa, de la realidad, de cualquier sensación que pudiera hacerme sentir .

Me tambaleé hasta la cama, música en mis oídos, una persona llorando por mí, y un único deseo, borrar este día de mi vida. Dejar caer un velo sobre mi extraña vida, una noche más.

http://anoen-yporque.blogspot.com/

miércoles, 11 de enero de 2012

Hey.

Anoche vi la luna llena. La vi allí, colgando en el firmamento, como una medalla de plata que se deja sobre la mesita de dormir. Iba conduciendo y por eso apenas le dediqué unos segundos en los que le clavé los ojos como colmillos, intentando deleitar mi vista con aquel pedazo de roca brillante.
También la pude ver la noche anterior, y la siguiente. Aunque no estuviera en su punto álgido, seguía allí, proyectando aquella luz blanca sobre el asfalto y arrancando destellos de mis pupilas. Cuando la contaminación lumínica se carga las estrellas, ella sigue allí, imperturbable. Moviendo mis mareas y alumbrándome en mis resacas. En mis noches y mis tardes de invierno, cuando la luz empieza a escasear, allí sigue. Siempre. Y cuando levanto la vista de mis pies y miro al cielo sé que tras las nubes me sigue observando. Tan solo espero el momento en que se aparten de nuevo para poder verla, reluciente, siempre acompañándome. Despojando al crepúsculo de su oscuridad y a la noche de su negrura.

jueves, 5 de enero de 2012

Joder.

Hacía meses que no experimentaba un bajón así. ¿Conocéis esos momentos en los que os sentís inmensamente vulnerables, en los que creéis que cualquier cosa podría dañaros? Estoy en un estado similar. Es como si de repente todo resultara ajeno, alienante, una parte de los engranajes que conspiran contra tu bienestar y tu salud mental.

Todo te duele, te molesta, pero no te enfadas, solo entrecierras los ojos y sientes como un pedazo de ti se desgaja y cae al suelo. Y no te molestas en recogerlo, simplemente te resignas a contemplarlo mientras el charco de sangre se expande y mancha las alfombras de tu madre.

¿Y si os cuento que debería estar estudiando? Sí. Estudiando. Debería meterme entre ceja y ceja toneladas de texto, fórmulas, procedimientos y cálculos que ni siquiera me acerco a conocer. Quedan ocho días para un examen que, de suspenderlo, me obligaría a volver a examinarme más tarde de toda la materia. Cosa que no puedo permitirme.
Y ahora bajón. Lo mejor para estudiar. Sumirte en la melancolía mientras hojeas los papeles. Frustración a intervalos de cinco minutos. Sabroso.

¿Alguien quiere darme una paliza? Os lo pondré fácil.

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