lunes, 19 de marzo de 2012

R de revancha.

Apenas habías subido al tren cuando te eché una última mirada y empecé a caminar por el andén. Cada uno de vuelta a casa. La estación bullía de actividad, personas llevando maletas de camino a destinos separados, diferentes, quizá cruzados y revueltos, cada uno tomando su ruta por su lado.

El centro hierve con olor de sudor, churros y estruendo de pirotecnia. Recuerdo la tarde anterior y el tacto reseco del césped del parque mientras apoyaba mi cabeza en tus piernas. Recuerdo el tacto de tu piel y tu sabor en mi boca.
Un destello de melancolía cruza mi cabeza aunque sé que te veré pronto, muy pronto. Un reencuentro súbito con tu cuerpo y tu mente, con aquel baile de miradas, manos que aferran con ansia al otro y sexo que dura horas intensas como rojo fuego. Lenguas que danzan suavemente, besos largos, desnudez y abrazos nocturnos bajo las sábanas. Un desfile de sensaciones, noches que se me quedan grabadas y que me arrancan una sonrisa al día siguiente aunque no haya dormido nada, me duela la espalda y los labios se me sequen.

Recuerdo cada andén donde me he despedido, cada tren en el que te he visto subir, cada ir y venir entre risas y besos cómplices, del pueblo a la ciudad, por la ciudad misma, por el pueblo mismo. Tantas calles, tantas copas, tantas camas, tantos orgasmos. Esbozar dibujos de placer en tu piel y arrancar gemidos con la lengua. Todo aquello prohibido, olvidado y vuelto a recordar, todas esas cosas tachadas de la lista o pendientes para el próximo encuentro.

Todo el juego que nunca termina y que no quiero que termine, todo el hecho, el fenómeno, el efecto de los dos, tu voz diciéndome a la oreja lo que quiero oír, mi voz contestándote y tus labios curvándose en una sonrisa.

Y me repito que nunca es un adiós, sino un hasta luego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores