
No puedes evitar en ciertos momentos sentirte bajo, desolado, abandonado. Como si no fueras nada. Es entonces cuando olvidas lo más importante.
Que este montón de mierda tiene un propósito.
Y cuando alguien tiene un propósito, una meta, una cima a la que escalar, no hay hombre, bestia ni dios sobre la tierra que pueda detenerle. Porque los propósitos existen sólo para cumplirlos. Y como tal, deben ser y serán cumplidos.
Y mientras quede una brizna de carne y nervio sobre tus huesos seguirás escalando, trepando, corriendo, caminando, aun gateando, pero no perderás de vista la meta, aquello que anhelas con cada centímetro de tu ser.
Y algún día lo alcanzarás. Y si por entonces sigues pensando que eres mierda, sólo tendrás que volver la vista atrás y ver el camino recorrido para desmentirlo.