miércoles, 27 de julio de 2011

self-D

Nadie se salva de experimentar esos momentos en los que te sientas ceniza. Polvo. Basura. Inservible. Mediocre. Efímero. Como si sólo fueras una fugaz visión que pasó por los ojos de tus allegados, o una huella pasajera que dejó marca en el suelo de tu casa.
No puedes evitar en ciertos momentos sentirte bajo, desolado, abandonado. Como si no fueras nada. Es entonces cuando olvidas lo más importante.
Que este montón de mierda tiene un propósito.
Y cuando alguien tiene un propósito, una meta, una cima a la que escalar, no hay hombre, bestia ni dios sobre la tierra que pueda detenerle. Porque los propósitos existen sólo para cumplirlos. Y como tal, deben ser y serán cumplidos.
Y mientras quede una brizna de carne y nervio sobre tus huesos seguirás escalando, trepando, corriendo, caminando, aun gateando, pero no perderás de vista la meta, aquello que anhelas con cada centímetro de tu ser.
Y algún día lo alcanzarás. Y si por entonces sigues pensando que eres mierda, sólo tendrás que volver la vista atrás y ver el camino recorrido para desmentirlo.

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