jueves, 14 de abril de 2011

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Me gusta el post-rock.
Adoro ese sonido telúrico, ambiental, tan pequeño y a la vez tan grande, ese coro de guitarras que parece agarrar el cielo y partirlo en dos con sus notas, como si la sola música alterara la realidad a la sombra de una sonrisa torcida.
Me gusta que lleguen las doce de la noche, la una de la madrugada, darle al play y escuchar la música. Dejar que me lleven lejos. Muy lejos. Más lejos de dónde nunca he ido. Más lejos de todo esto, de lo correcto y lo incorrecto, de lo bello y lo feo, de la ilusión y la decepción.
A ese lugar donde sólo hay un prado verde enorme delante de ti y por el cual correrías hasta que el mundo acabase.


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