Como una lluvia sucia acudió la oscuridad sobre el Bastión, relegando
al Sol al rol de durmiente, sumiendo el lugar en sombra y crepúsculo. Se renovaron
los turnos de guardia y los vigilantes apuraban el último sorbo de la jarra para
ir a situarse en las puertas. Eructando, arrastrando las botas viejas, recogiendo
de la armería un rifle polvoriento y parcialmente oxidado que se encasquillaba a
los dos disparos. Se cerraba la reja de la entrada, se quedaban de pie, encendían
un pitillo y el humo se mezclaba con la humedad nocturna creando volutas ascendentes.
Y de alguna forma, la fortaleza parecía adquirir una vida renovada, continuaban
los gritos en la taberna ahora que llegaban los anteriores vigilantes a echar nuevos
tragos, se encendían velas en las habitaciones de los pisos superiores, alguien
se echaba a dormir y, acogido por el lecho, emitía ronquidos de oso.
¡Qué bien escribes, Lluis! *-*
ResponderEliminarNo soy Lluís, soy Albert xDDDDDD pero gracias...
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