domingo, 13 de abril de 2014

Been there, seen that.

Estaba borracho.

A altas horas de la madrugada, en aquellos momentos de transición donde las calles a medio poner convivían con los conductores a medio beber, solía dejarme caer por su casa. A veces de forma accidental, a veces intencionadamente. Me quedaba más o menos de camino a casa y solía aprovechar aquella especie de oportunidad para, no sé, escurrirme del pesado manto del orgullo y someterme.

Solía pasar fugazmente ante la fachada, y con una única mirada sopesaba las ventanas, buscando el destello de una lámpara, una luz encendida, una risa sofocada por los tabiques de ladrillo, a saber. Supongo que sólo buscaba un hola, una mirada de vuelta, un ancla que amarrara mi barco en aquel mar del absurdo. Era, a su manera, una sutil forma de automutilación emocional, y como todas las automutilaciones cumplía un propósito.

Hice aquello varias veces. En algunas iba sobrio, pero no me importaba avergonzarme delante de mí mismo; otras iba tan borracho que cualquier oleaje emocional me llevaba a aquella costa, extrañamente cálida y punzantemente nostálgica.

Me avergüenza reconocerlo, pero sí, he estado ahí, he pasado por ello. La soledad nos empuja a buscar la luz de un faro en la lejanía y a veces la suave lumbre naranja de una lámpara de mesa se nos antoja suficiente. Y por allí pasaba. A menudo. Contento y triste. Como si las ventanas fueran a devolverme, qué sé yo, las migas de mi corazón que fui arrojando por el suelo, por si Gretel volvía.

Resulta que no volvió. Y que cada pequeña raja en el alma que yo mismo me abría cada noche era en vano. Como tantas otras cosas, como tantas otras decisiones. Hay puertas que no podemos abrir y sin embargo seguimos dándoles puñetazos. Y se nos rompen los nudillos, y estallamos en lágrimas de dolor. Dolor sin sentido, heridas porque sí. Y he estado allí, y he pasado, y entre la herida y la salud escogería la salud todas las putas veces. Porque no soy imbécil, y tú tampoco. Y la poesía que acompaña la sangre sólo es poesía cuando estás hecho mierda. El resto de las veces es un árido ejercicio de autocompasión. El creer que detrás de las cataratas de dolor hay un río de abundancia. He estado allí. Y no hay nada. Nada por lo que valga la pena nadar en esa dirección.

No te equivoques. No te hieras. Cambia de acera y no pases por esa calle.

Been there, seen that.

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