sábado, 4 de mayo de 2013

catarsis de cartón

No me siento especial por mi capacidad de caer en círculos viciosos, una y otra vez, al igual que no me siento especial por mi tendencia de venir aquí, una y otra vez, a soltarlo como leitmotiv y quejarme una y otra vez, para aburrimiento y sopor del (reducido) público.

Sin embargo, igual que todo aquel que cuando se siente acuciado por trabajos y exámenes después de cuatro meses examinando las venillas y pelillos de su escroto se mete en las redes sociales a lloriquear sobre lo muy crudo que lo lleva ahora, pues...no lo puedo evitar. Así que entro aquí y, de forma más o menos elaborada, frecuentemente tirando a la menos, escribo unas líneas y me desahogo. Una catarsis que dura, al menos, hasta que vuelva a leer la lista de plazos de entrega de informes y ensayos.

Aún así, poco dura la lección. La procrastinación es un cebo ideal para todos los que no estamos motivados al máximo por lo académico, aquellos que escapan del lazo de la concentración y el deber y para los que montarse un horario y rutina de estudio es algo alienígena. Esto es, la inmensa mayoría del colectivo estudiantil. Por un momento pienso en que quizás, solo quizás, tenga razones para no estar motivado: mi carrera conduce fundamentalmente a un empleo en el sector público, algo bastante complicado dados los tiempos que corren, lo cual traducido lleva a un asiento en el INEM con mi nombre en él.

Ni siquiera sé qué itinerario elegir para el último año de carrera, ni qué máster elegir a continuación. Podría acabar en cualquier ciudad haciendo cualquier cosa. De hecho, casi me motiva más elegir un trabajo poco cualificado y sacarme lo justo para pagar las facturas antes que trabajar en aquello que llevo tres años estudiando. Así está el patio. Somos una generación de mierda.

Confío en que haya gente que dentro de la incertidumbre tenga claro qué quiere, por cuánto se va a vender, que sean íntegros y valoren lo que hacen y lo que tienen. Yo, bueno, me conformo con el cinismo y con tirar de presión estos últimos meses de curso, columpiarme entre suspenso y aprobado y con algo de fortuna pasar limpio. Es una actitud repugnante, el resignarse, el tirar con lo que tienes, pero parece que me va a costar cambiar de actitud yo solo.

Esta entrada está lejos de tener mensaje. Apenas son unos párrafos en forma de oda a la pereza, a la falta de motivación, a la sensación agridulce de fallarte a ti mismo cada vez que sientes que pierdes el tiempo cuando deberías cumplir tu deber, a sentir que te mereces el suspenso cuando ves el dos y medio en el tablón de notas, a todos aquellos que perdieron la brújula hace tiempo y que se mantienen en un camino que muy probablemente no sea el suyo, que es prestado, de segunda mano, y que no abandonan por pura inercia.
Cuando dentro de dos meses vuelva a poder emborracharme, la próxima cerveza irá a vuestra salud.

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