viernes, 28 de febrero de 2014

28

Febrero perece,
arrojado a un foso de pestañas,
ahogándose entre un quizá y un puede,
ciego tras las legañas.

Muere con lentitud, tal desamparo,
que por muchos abrigos que se ponga
no consigue disipar
diez capas de doloroso hielo.

Y entre dos trenes,
tres libros,
y cinco ginebras,
cierra los ojos y parte.

Solitario,
sonoro,
frío.


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