viernes, 7 de marzo de 2014

versos cobardes, II

Tengo en la sesera
un tapiz desordenado.
Una nube gritona e histérica
de piernas, brazos, uñas
que en un moribundo combatir
araña la bóveda con ahínco.

Tengo quince instantáneas
de tu sexo, de tu cuello, de tus ojos
impresas en el dorso de mi alma
con tinta china y demasiadas agujas.

Clavos candentes y copas de vino
que me arrancaría con tenazas
quizá hoy mismo, quizá mañana,
quizá ningún día.

No hay segundos que más odie
que los tuyos y míos, fríos y calientes.
Y es que aun si tu cuerpo fuese una guitarra
seguiría teniendo fobia a tu música.

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