domingo, 9 de febrero de 2014

Escribo.

Somos historias entrelazadas. Lo tengo muy presente. Cada uno de nosotros es fruto de los azares, de las circunstancias, de cada experiencia que ha hecho más o menos mella en nuestro ser y en nuestro psique, y en esencia de cada nueva palabra que sumamos a nuestra historia. Estamos hechas de ellas y puedes verlo en cada vagón de metro, cada tren, cada estación, cada acera, en los pasillos de una facultad, de un hospital, en los ojos de un padre que lleva al colegio a un niño que apenas levanta dos palmos del suelo, en ese hombre viejo que deambula por Ciutat Vella a las nueve de la mañana. Podrías dedicar una vida a hilar los episodios que conducen a cada uno de nuestros presentes, a desgranar las miradas que cruzas y no cruzas con extraños -y no tan extraños-, a contar los pesares que guarda aquella chica en sus ojeras, a leer penurias y carcajadas en los suspiros que profiere tu tutor, tu compañero de clase, tu amigo, cuando se sienta cerca de ti a primeras horas de la mañana.

Hay algo maravilloso en las historias, en tener algo que contar, en aquello que parecería relevante contar e ilustrar con palabras o incluso en aquellos hechos estúpidos y efímeros que intentas coger al vuelo mientras se evaporan, pero consiguen dejar una traza de emoción en ti. Y hay quien invertiría una eternidad en registrar esas historias, desde la más pasajera e insignificante hasta las historias de vida y muerte, de la ficción más absoluta y demencial a la realidad más cruda y directa. Y no por ello serían menos bellas unas que otras.

Creo que escribo por eso. Porque me gustan las historias. Porque me gusta leer la vida como un libro abierto y quizá, muchas veces, tachar una línea y reescribirla a mi manera. Porque creo en que algunas palabras, algunos matices, un simple párrafo que dé una vuelta de tuerca a mi vida pueden ser determinantes a la par que hermosos. Y puede que no sea especialmente bueno escribiendo las historias de quien no conozco, o de quien no existe,
pero disfruto especialmente escribiendo mi propia historia.

Y podría dedicar mi vida a ello.

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