miércoles, 9 de marzo de 2011

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Y así marcha todo.
El cielo se despeja, las nubes se marchan, y cuando el velo de la tormenta retrocede sólo puedes ver ante ti un largo camino. Casi infinito, a veces llano y a veces escarpado, con encrucijadas que harían sudar a Kasparov y tramos rectos, limpios, directos.
Pero esta vez no piensas en el tiempo. No importa lo que tardes. No importan las pendientes, los obstáculos, las piedras en el camino, las trabas. Sólo importas tú y el sendero. La calma te invade otra vez, mientras la brisa alienta al cuerpo y tonifica el alma.
Hay un sendero largo. Muchas millas que recorrer. Un viaje al cielo y al infierno. A jardines y desiertos. A ruinas y a obras. Al mar y al Sol. Al sufrimiento y a la felicidad.
Y sabes que llegarás al final. Porque no hay otra forma. Porque es lo que debe suceder.
Y sucederá.

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