domingo, 27 de marzo de 2011

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El agua del mar fluctúa y lame las orillas. Surcos de arena mojada. Barro en los pies. Nubes volando a toda velocidad. Águilas de vapor, altas y algodonosas. Sol regio, ilumina millones de rostros. Se esconde. La luna lo sustituye. Moneda de plata en lo alto de la bóveda. Columnas de luces. Ojos oscuros. Líquido en las gargantas. Voces que se quiebran. Gritos clamando al cielo. Colmillos que se hunden en la carne.
Suspiros. Una lágrima toca el suelo y se deshace. Caos. Dolor. Ojos muy abiertos. Palabras tartamudeantes. Un dedo presiona una tecla.
Un cuchillo corta. El hombre respira hondo y se lleva el pan a la boca. Observa. Sólo observa.
Miradas fijas. Besos. Recuerdos que graban cicatrices a fuego vivo.
Frío. Los engranajes se cruzan. La máquina se acciona. La cicatriz se contorsiona, tiembla, se cierra.
Frío. Un ojo se eleva al cielo.
Las nubes se mueven. Corren. Galopan. El sol se eleva de nuevo. Ilumina el rostro del hombre.
El hombre sonríe.
Y todo se mantiene. Perfecto ciclo. Equilibrio y balance. Calma.

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