martes, 29 de octubre de 2013

De tiempo y despedidas

A menudo pienso -pienso, aunque parezca mentira- en las personas que han pasado por mi vida. Sin ser yo muy gregario, son muchísimas: unas haciendo más ruido que otras, unas dejando huellas más profundas, otras entrando por una ventana y saliendo por otra como un soplo de aire. Otras como un olor desagradable que toma tierra en tu pituitaria y se niega a marchar. Unas son roca sólida e inamovible, permanentes miembros de tus cimientos. Otras, como una riada, gustan de entrar en tu vida, romper las puertas, dejar los muebles mojados e inservibles y arrebatando aquello que más apreciabas y que nunca te devolverán.

El paso del tiempo tiene entre sus virtudes que te obliga a hacer inventario y recordar a las personas, una por una. Tratas de descubrir pinceladas de su identidad que pasaron inadvertidas, sus razones, sus porqués. Es fantásticamente doloroso cuando recuerdas a gente que en cierto momento fueron tu roca y luego desaparecieron como viento, en una cruel degeneración de todo a nada, cuando el silencio tomó el lugar de conversaciones interminables a la luz de lámparas y farolas. Cuando las estufas y las mantas tuvieron que aportar el calor que ya no te daban.

Es inevitable juzgar, ¿quién es el cobarde en esta historia? ¿quién lo estropeó todo? Quizá los dos, el tiempo, las conversaciones que no tuvimos en el momento o la forma adecuada, los besos que no se dieron, quizá todos tuvieron la culpa o puede que no la tuviera nadie y todo fuera parte de un gran guión escrito por alguien con un humor negrísimo.

Lo que está claro es que ya nunca lo sabremos, no porque ya no importe, sino porque nadie quiere.

Me gustaría entender, ya no juzgar, qué te llevó a convertir los últimos posos de amistad en verdades a medias, ésas que terminan siendo las más grandes de todas las mentiras. Quisiera saber si tanto tiempo y tanto esfuerzo merecía quedarse enterrado de la forma en que quedó. Saber por qué la última frase que me dijiste contuvo las palabras "prometo" y "pronto" y ni una ni otra eran ciertas.

Aunque quizá ya no me importa. O ya no quiero.

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