martes, 17 de diciembre de 2013

Combustible para el cambio



Paso los fines de semana en casa de mis padres. Cada día un poco antes de la hora de comer a mi madre le gusta ponerse el típico programa televisivo de salsa rosa y marujeo, éstos que te dejan helado de entrada y aún más cuando te enteras de lo que cobran los personajes que copan los platós de este tipo.
Su excusa: me distrae, me ayuda a no pensar, a evadirme. Un par de veces, sin embargo, me contó la verdadera razón: ver programas de la misma franja horaria como las tertulias de Al Rojo Vivo y similares la ponen de mal humor.

No es difícil adivinar por qué. Estos últimos años están siendo, a nivel tanto político como económica y social, catastróficos. Un maldito desastre. No hay día que no lluevan noticias desesperanzadoras. El juicio de un político o banquero corrupto queda paralizado entre recurso y recurso. Cientos o miles de trabajadores a la calle, a engrosar listas del paro y colas del INEM que crecen y crecen ya no a simple vista sino en datos, cada vez que salen los datos de la EPA. Se convoca una manifestación, en Sol, en el Congreso, en una plaza, y al menor brote de violencia se pasa por la porra a todo aquel que mueva un pelo. Nos desmontan el sistema sanitario, cediendo funciones y dinero público al sector privado. Tres cuartos de lo mismo en la educación, esta vez con la enésima ley educativa que el PSOE volverá a cambiar cuando vuelva al poder. Si vuelve.

Y mientras seguimos arrojados en el barro, mientras veo cómo cada vez me va a ser más difícil encontrar trabajo cuando termine la carrera (si las becas siguen llegando y puedo pagar la matrícula), mientras un 21'6% de las familias españolas viven bajo el umbral de la pobreza, mientras el régimen compra material antidisturbios, camiones de agua, presenta leyes de 'Seguridad Ciudadana' reminiscentes del franquismo y junto a sus medios afines deslegitima e intenta ahogar la más ínfima señal de resistencia...

...ellos se siguen llenando los bolsillos.

No sólo Rajoy. No sólo Montoro. No sólo toda esa chusma que parece capitanear el barco que nos tiene a todos comiendo ratas en la bodega. Se llenan los bolsillos los almirantes de la banca, los generales de las finanzas, los mariscales de las grandes empresas y los monopolios. Los de siempre. Podemos rajar amplia y concienzudamente de la clase política, pero no siempre se les señala a ellos, los marionetistas en las sombras. No nos tienen miedo y cada vez tienen menos vergüenza. Y parece que sólo nos podemos joder y joder porque si el poder de los grandes partidos es grande, el del dinero es mayor. Parece que esto es así, y punto.

Y con el "esto es así" como máxima, damos pasos de gigante hacia atrás. Ya nadie cree en la intervención del pueblo en la política, mejor dicho, ya nadie lo ve posible. Ya nadie ve posible en un sindicato real y de trabajadores. Ya nadie cree que el sistema pueda cambiar, y de hecho hay quien cree que éste es el único sistema posible. Ya nadie ve posible en gobernar con el consentimiento de y al servicio del pueblo. Mueren personas como Mandela, que sí lo creían. Las generaciones que corrían delante de los grises ahora llevan 35 años trabajando y crían tripa y lumbago delante del televisor, desencantados, en paro. La mayoría de quienes lucharon en la Guerra Civil contra las tropas azuzadas por el capital que aún dirige el régimen ya son pasto de la vejez, o están en cunetas que no nos dejan exhumar.

Y nosotros somos una generación fruto de una comodidad que se revela como temporal y falsa, una sábana de terciopelo que cubre un asiento hecho mierda. Nunca hemos sido realmente prósperos, nunca hemos sido realmente libres. Ahora lo sabemos cuando todos los privilegios que nos caracterizaba como la gran cacareada "clase media" se esfuman de un plumazo. Nos alienan con un sistema educativo sesgado, parcial, domesticado, sin cultivo de sentido crítico, nos venden la democracia como mercado de opiniones y bienes en lugar de como circulación de justicia, conocimiento, cultura y dignidad humana. Y cuando sacamos la cabeza del rebaño para ver el precipicio al que el pastor nos conduce nos llevamos un garrotazo.

Quizá tenemos que levantar todos la cabeza. Todos, sin excepción. Quizá ya no es suficiente hacer sentadas, mover las manitas y luego irnos a casa a ver La Sexta. Quizá ya no vale entrar en Twitter y soltar "Mi más sincero apoyo al #14D, ¡sois grandes!" y saturar los trending topic. Lo hemos hecho todo y son pasitos de recién nacido. Y nosotros ya no somos niños.

No tengo una propuesta concreta. No voy a soltar aquí que cada uno coja un rifle y tomemos el Palacio de Invierno a hierro, sangre y fuego. No va a ocurrir aún. Puede que ocurra, cuando tú, que tienes internet, también te estés muriendo de hambre. Cuando el 21'6% suba al 50%. Hay que reconocer que por lo pronto se lo están buscando con bastantes ganas.

Tan sólo puedo decir desde mi ignorante posición que cambiemos el enfoque. Dejad de cambiar el canal porque os pone de mal humor. Abandonad esa pasividad descafeinada, ese buen humor fingido, tan caro. Dejad de evitar las manifestaciones, dejad de vomitar el "esto es así" ante cada mala noticia. Nunca hay suficiente información. Nunca hay suficientes argumentos a favor de cambiar las cosas. Nunca hay suficiente ira.

Nuestra generación os necesita cultos, os necesita educados, informados, preparados y ante todo bien cabreados. Porque todo esto ha de reventar algún día por un lado y por otro, y vamos a ser la punta de lanza que nuestros padres no pudieron ser cuando el dictador murió en su cama. No cedáis al hastío y al desánimo. Nunca perdáis la oportunidad de demostrar que en lo que a ellos respecta, somos el futuro y tenemos la razón. No dejéis que pasen, y no pasarán.

Manifestaciones en Turquía contra Tayyip Erdogan, 2013. 


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